La desesperación no tiene límites. Es un gato panza arriba: saca las uñas y lacera, con furia, a todo aquel que lo ronda. El PSOE también es un gato panza arriba. Las encuestas acercan al Partido Popular a la mayoría absoluta. La amnistía es rechazada por la mayor parte de los españoles. La judicatura, excepto contadas excepciones, considera un disparate que eliminen los delitos de Puigdemont y compañía. La separación de poderes, por los suelos. La igualdad entre ciudadanos, vituperada. Estamos sin Presupuestos. Europa nos mira de soslayo mientras Bolaños, ministro plenipotenciario, encadena una tras otra su retahíla de sofismas. No puede llover más. O sí. Porque una trama de corrupción rastrera, que se forraba mientras la gente fallecía, nació en uno de sus ministerios. Llevaron a Ábalos al gallinero y desde allí contempla el espectáculo tragicómico en el que se ha sumido el Parlamento, el Consejo de Ministros, la presidencia y la vicepresidencia. Nos queda el refranero, que rara vez se equivoca: a un clavo ardiendo se agarra el que se está hundiendo.

El PSOE se hunde. Y los propios socialistas lo saben. Por eso sacan de su chistera el conejo desfigurado de la calumnia y la mentira. Se ha calumniado a Alberto Núñez Feijoo y a su familia. Se ha mentido diciendo que una empresa en la que trabajaba su pareja recibió una subvención de la Xunta. Fíjese usted cuál sería el delito que no fue delito: Sargadelos, una firma de renombre, habría recibido 114.000 euros de la Xunta. Una exclusiva que un periodista con apego a su profesión ni siquiera publicaría (¿cuántas empresas han recibido subvenciones de diferentes administraciones públicas?). Sin embargo, se publicó la noticia en un portal de internet. Ese día tocaba sesión de control en el Congreso. Y allí, en sede parlamentaria, la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda acusó a Feijoo de favorecer a esa empresa por el simple hecho de que en ella trabajaba su pareja. A su lado, el presidente Sánchez musitaba: «Y hay más, hay más». Horas después, el propietario de la empresa negaba haber recibido, o solicitado, ese dinero. Y más tarde, el periodista que redactó la exclusiva declaraba: «Nos esforzamos para que no pase, pero a veces cometemos errores. Este es uno de esos casos. Pido disculpas (...). La Xunta de Feijoo no ayudó a la empresa para la que trabajó su pareja». Ahí queda eso. En cualquier democracia avanzada, mentir en sede parlamentaria tiene sus consecuencias. ¿Dimitió la ministra? No. ¿Dimitió el presidente? Tampoco. Para qué. Están en la esquina del cuadrilátero político, sosteniéndose de milagro (el milagro de haber humillado al Estado rindiéndose ante el independentismo) y solo les queda bracear desesperadamente. Es la desesperación su única morada. No les importa mentir. Se han instalado en el «y tú más», aunque sea mentira. La desesperación no tiene límites. El Gobierno de Sánchez, tampoco.

QOSHE - El Gobierno y la desesperación - Xosé Carlos Caneiro
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El Gobierno y la desesperación

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25.03.2024

La desesperación no tiene límites. Es un gato panza arriba: saca las uñas y lacera, con furia, a todo aquel que lo ronda. El PSOE también es un gato panza arriba. Las encuestas acercan al Partido Popular a la mayoría absoluta. La amnistía es rechazada por la mayor parte de los españoles. La judicatura, excepto contadas excepciones, considera un disparate que eliminen los delitos de Puigdemont y compañía. La separación de poderes, por los suelos. La igualdad entre ciudadanos, vituperada. Estamos sin Presupuestos. Europa nos mira de soslayo mientras Bolaños, ministro plenipotenciario, encadena una tras otra su retahíla de sofismas. No puede llover más. O sí. Porque una trama de corrupción rastrera, que se forraba........

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