Ha comenzado la campaña electoral, oficialmente. Los políticos pueden pedir el voto. Y los ciudadanos observan este paisaje como espectadores de una inefable naturaleza, tormentosa. Yo pienso en uno de los personajes de mis novelas. Se llamaba Trigémino el Triste. Se sentaba en el tejado de su casa a contemplar la luna. Hablaba con ella. Y le contaba inconfesables secretos. Así me veo yo, como Trigémino, hablando con la luna y no dando crédito a todo lo que ha sucedido en España en la última semana. El maestro Valle Inclán solía definir sus esperpentos como deformaciones grotescas de la realidad. Si el genio de Arousa estuviese vivo inventaría una forma más hiperbólica para describir la grosería de nuestro presente. Nunca España ha estado más sitiada por el absurdo. Nunca España ha sufrido en su política una ofensa mayor. Uno, como Trigémino, ya se cansa de todo lo vivido políticamente y contempla lo sucedido con una cierta melancolía. Kierkegaard decía que ella, la melancolía, era la madre de todos los pecados. Pero ya no hay pecados en el país que gobierna un huido de la Justicia. Ya no hay pecados en el reino de Puigdemont, el nuestro.

Me cuesta creer que en el Partido Socialista nadie rompa la baraja y grite que hay que ir a elecciones. Se convocarían en mayo. No se puede antes de doce meses cumplidos antes de la última convocatoria. Porque la situación es insostenible. Porque un partido con tantos años de historia democrática no puede someterse a la ley de un prófugo. Él es el que mudará lo necesario para salvarse de la cárcel. Él es quien maneja los hilos de una legislatura que ha sido fallida desde el primer instante.

Recuerdo la tarde de la investidura de Sánchez. Núñez Feijoo se acercó a él para felicitarlo, educadamente, y de paso profirió una frase que no olvido: «Esto es una equivocación y la única responsabilidad es suya». Efectivamente. Pactar con el independentismo ha sido una equivocación y el único responsable es Sánchez. El único responsable es el Partido Socialista. No se puede pretender gobernar España con ciento veintiún diputados, más los pocos de Sumar. No se puede pretender gobernar estando pendiente de los caprichos de PNV, Bildu, Esquerra y, fundamentalmente, Junts. A esta inestabilidad se ha sumado el Bloque Nacionalista Gallego, la formación independentista gallega que en pocos días se verá de nuevo ante las urnas. Si Sánchez ha quedado desnudo en el Congreso la pasada semana, otros lo han acompañado. Porque todos los que apoyan a Sánchez, en definitiva, son los que consienten que la democracia se deshilache en jirones. Es lo que quiere Puigdemont. Es lo que desean todos aquellos que no creen en la España constitucional.

Al PSOE se le ha ido todo esto de las manos. A Sánchez, también. No se puede gobernar en contra el sentido común. Hacerlo es caer en manos de la melancolía. Kierkegaard decía, repito, que era la madre de todos los pecados.

QOSHE - La melancolía y los pecados - Xosé Carlos Caneiro
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La melancolía y los pecados

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05.02.2024

Ha comenzado la campaña electoral, oficialmente. Los políticos pueden pedir el voto. Y los ciudadanos observan este paisaje como espectadores de una inefable naturaleza, tormentosa. Yo pienso en uno de los personajes de mis novelas. Se llamaba Trigémino el Triste. Se sentaba en el tejado de su casa a contemplar la luna. Hablaba con ella. Y le contaba inconfesables secretos. Así me veo yo, como Trigémino, hablando con la luna y no dando crédito a todo lo que ha sucedido en España en la última semana. El maestro Valle Inclán solía definir sus esperpentos como deformaciones grotescas de la realidad. Si el genio de Arousa estuviese vivo inventaría una forma más hiperbólica para describir la grosería de nuestro presente. Nunca España ha........

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