Ganaron todos menos España, que entrega otra comunidad a las fuerzas nacionalistas y alimenta el control de la política española que mantienen cuatro partidos periféricos —PNV, Bildu, Junts y ERC— frente al comportamiento del resto del país, lo que permite predecir un arreón impresionante en las reivindicaciones del nacionalismo en el Congreso de los Diputados, cuya geometría chantajista será más severa, si cabe, de lo que ya venía siendo.

Ganó el PNV porque empató en escaños con Bildu: porque no sufrió el sorpasso que le pronosticaban las encuestas; porque suma 39 escaños con el PSE-PSOE, que, en vez de tener que escoger entre querer más a papá (PNV) o a mamá (Bildu) podrá pactar con el PNV con una lógica impecable; y porque hizo un difícil relevo generacional en la lehendakaritza que se puede interpretar como un triunfo.

Ganó también EH Bildu, que, con 27 escaños tan brillantes como los del PNV, ha entrado en la normal competencia por el poder vasco, con una historia tan blanqueada como la nieve, y con serias opciones a ser la única alternativa viable a la tradicional y aburrida coalición PNV-PSE. Si yo no fuese tan pacato en elogios, diría que la victoria moral de esta convocatoria es de Otegi y de EH Bildu, con previsibles consecuencias para un inmediato futuro.

Ganó el PSOE, cuyas últimas victorias consisten —sin calibrar ningún otro efecto— en poder decirle a Feijoo aquello de «chincha raviña, que tengo una piña, que tiene piñones y tú no los comes». Todo lo demás le va mal. Pero que un partido que ha llegado a ganar dos elecciones en Euskadi se haya mantenido en 12 escaños es una maravilla equiparable a la de los limpiadores del comedor que se comen los bombones que quedaron en la mesa.

Gran victoria, faltaría más, del PP, que subió un escaño —otra victoria moral— y se proclamó como única fuerza constitucionalista que resiste, con perdón, en tierra de moros. Y gran triunfo de Yolanda Díaz, que, a pesar de la malleira de Galicia, es la única taifa electoral que ha colado un escaño —¡digo bien, uno!— en el Parlamento de Vitoria. «En la próxima —dijo Yolanda— tendremos la llave de Ajuria Enea». Y otra gran victoria —como la de las Navas de Tolosa— la cosechó Abascal, el vasco de nacimiento que logró mantener su escaño contra todos los pronósticos, incluidos los de la noche electoral.

Pero si la estadística oficial vasca dice que solo el 22 % de los ciudadanos está a favor de la independencia de Euskadi, algo raro debe pasar en ese país para que los escaños cosechados por los partidos independentistas —PNV (27) y Bildu (27)— superen el 72 % del total y se forme el Parlamento más separatista de la historia. Una contradicción que solo se explica si —como yo creo— la independencia del País Vasco y de Cataluña no constituye un objetivo creíble y racional para sus ciudadanos respectivos, sino una forma de chantajear al Estado para obtener ciertas ventajas políticas y económicas que, en un contexto de desigualdad creciente, carga contra los intereses de las quince autonomías restantes.

QOSHE - La noche en la que todos ganaron - Xosé Luís Barreiro Rivas
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La noche en la que todos ganaron

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22.04.2024

Ganaron todos menos España, que entrega otra comunidad a las fuerzas nacionalistas y alimenta el control de la política española que mantienen cuatro partidos periféricos —PNV, Bildu, Junts y ERC— frente al comportamiento del resto del país, lo que permite predecir un arreón impresionante en las reivindicaciones del nacionalismo en el Congreso de los Diputados, cuya geometría chantajista será más severa, si cabe, de lo que ya venía siendo.

Ganó el PNV porque empató en escaños con Bildu: porque no sufrió el sorpasso que le pronosticaban las encuestas; porque suma 39 escaños con el PSE-PSOE, que, en vez de tener que escoger entre querer más a papá (PNV) o a mamá (Bildu) podrá pactar con el PNV con una lógica impecable; y porque hizo un difícil relevo........

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