Rafa Marí

El relato de ‘La carta del muerto’, la nueva novela de Carlos Pajuelo de Arcos, comienza con el hallazgo de un cadáver en un palacete situado en el centro de Valencia, exactamente en la elegante calle Sorní. El novelista y columnista de LAS PROVINCIAS afirma que durante la guerra civil «ese palacete alojó una checa». La novela arranca en el verano de 1936 y llega hasta nuestros días. De la guerra civil a la democracia. Los años más convulsos de la historia de España.

Días pasados me acerqué a la casa de Pajuelo de Arcos -al que llamaré Carlos a partir de ahora: nos conocemos desde hace 40 años- y desde allí nos fuimos a almorzar a Rausell, en Ángel Guimerá. Un paseo de 15 minutos. Por el camino le hacía preguntas y al llegar a los semáforos tomaba notas. El aspecto artesanal del periodismo nos encanta a los dos. No son imprescindibles la pantalla y las teclas de un ordenador. Basta con tener una libreta y un bolígrafo para desentrañar el mundo.

«El palacete de Sorní, 3, ¿sigue en pie?». Carlos me previene: «No te bajes de la acera, los coches vienen lanzados». Y añade: «La especulación puede con todo. Pero en este caso, el palacete está donde estaba antes. Sigue igual y alberga a personas que han sabido resistirse a la tentación del Leviatán moderno: el poder del dinero». «¿Está históricamente probado que fue una checa?». Responde Carlos: «La calle Sorní albergó tres checas, al decir de quienes entienden de historia de la guerra civil española. Los lectores interesados en contrastar pueden acudir a la Biblia moderna denominada Wikipedia. Y sí, en ese palacete estaba una de las tres checas».

En el prefacio de ‘La carta del muerto’ aparece una frase de Voltaire, cuyo significado se ha convertido en el mandato superior del liberalismo: ‘No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo’. «¿Te consideras un liberal?». Carlos dice: «Crucemos, el semáforo ya está en verde». Y comenta: «Para el que quiera leerlas, remito a mis columnas, publicadas en LAS PROVINCIAS, bajo el nombre de ‘La Chispa’. Ahí creo dar una respuesta completa a tu pregunta».

«La portada del libro está realizada con IA (Inteligencia Artificial). ¿Cómo te manejas en ese avanzado y algo equívoco terreno?». Tropiezo con un peatón mientras tomo notas en mi libreta. Pido disculpas y presto atención a lo que me dice Carlos: «La IA es un fenómeno que viene arrasando, impuesto como siempre por los gigantes de la tecnología devenidos en semidioses con pretensión de dominio del humano. No domino el asunto. Busqué a un experto, Luis Romero, y él asumió la maquetación y el grafismo. El resultado me satisfizo».

Última pregunta: «Acabas de cumplir 84 años. Como periodista y como novelista pareces tener el empuje y la creatividad de un muchacho de 35 años. ¿De dónde sacas tanta energía?». Carlos me avisa de que viene cara a nosotros un patinete eléctrico a toda velocidad. Nos apartamos y acto seguido el autor de ‘La carta del muerto’ responde: «La energía surge de las páginas en blanco que a unos causan pánico y a mí me atraen y se convierten en un reto. Es también una fuente de escape y sirve para paliar los problemas domésticos, que creo tenemos todos».

Llegamos a Rausell, guardo en mi bandolera la libreta y el bolígrafo y damos por finalizada la entrevista. Es la hora del almuerzo.

QOSHE - DE LA GUERRA CIVIL A LA DEMOCRACIA - Carlos Pajuelo
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DE LA GUERRA CIVIL A LA DEMOCRACIA

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22.04.2024

Rafa Marí

El relato de ‘La carta del muerto’, la nueva novela de Carlos Pajuelo de Arcos, comienza con el hallazgo de un cadáver en un palacete situado en el centro de Valencia, exactamente en la elegante calle Sorní. El novelista y columnista de LAS PROVINCIAS afirma que durante la guerra civil «ese palacete alojó una checa». La novela arranca en el verano de 1936 y llega hasta nuestros días. De la guerra civil a la democracia. Los años más convulsos de la historia de España.

Días pasados me acerqué a la casa de Pajuelo de Arcos -al que llamaré Carlos a partir de ahora: nos conocemos desde hace 40 años- y desde allí nos fuimos a almorzar a Rausell, en Ángel Guimerá. Un paseo de 15 minutos. Por el camino le hacía preguntas y al llegar a los semáforos tomaba notas. El aspecto artesanal del periodismo nos encanta a los........

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