La iglesia católica es una institución fascinante que atraviesa un periodo de horas bajas. Basta entrar en cualquier iglesia –cuando está abierta: lo normal es que los templos permanezcan cerrados– para advertir la escasa presencia de fieles. A menudo no hay más que fieles de pago, es decir, turistas. La situación española llama mucho la atención porque en Portugal, en Francia, en Italia o en el sur de Alemania no es así. Tampoco en los países del este de Europa, que suelen practicar la rama ortodoxa del cristianismo. Yo no creo que España haya dejado de ser católica como dijo jactanciosamente Azaña ante las cortes republicanas. Al contrario. pienso que es ahora cuando verdaderamente se comporta de manera catoliquísima. No falta público en las grandes festividades: acabamos de celebrar la cabalgata de Reyes con más gente que nunca; dentro de tres meses tendremos la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados con masiva afluencia de falleros y espectadores en general; luego vendrá la procesión del Corpus en olor (también en loor) de multitudes; y así sucesivamente. Me dirán que todas esas personas son público, no fieles. Es verdad, solo que tal vez lo propio de la religiosidad española no sea el ser, sino el parecer.

Estos días ha saltado la polémica porque, siguiendo instrucciones del Vaticano, la Iglesia ha procedido a bendecir a las parejas homosexuales al tiempo que matiza que no aprueba su forma de vivir. Curioso, ¿no les parece? Pero todo se explica cuando reparamos en que el actual titular del Vaticano es el papa Francisco, un hispano de tomo y lomo (parece que no le gusta reconocerlo, pero esta actitud también es muy española). ¿Se imaginan al papa Woytila o al papa Ratzinger en esta posición dialéctica de sí, pero no? Imposible, y eso que eran completamente diferentes: cristiano polaco sin fisuras el uno e intelectual germánico atormentado el otro. La frivolidad no casa bien con la santa sede … a no ser que la ocupe un español (en sentido amplio). Este país nuestro es un consumado especialista en nadar y guardar la ropa.

El dilettantismo hispánico inficiona todos los ámbitos de la vida. También la política donde las promesas electorales se incumplen frívolamente y no pasa nada (o eso creen). Desde luego no hay ningún político español que se atreva a expresar su compromiso con la verdad como lo ha hecho Gabriel Attal, el nuevo primer ministro de Francia, que antes había ocupado la cartera de Educación con el propósito de restaurar la autoridad de los docentes (¡). Pues si esto sucede con los que supuestamente deben dar ejemplo, ya me dirán que hacemos los del mundo de la cultura, tradicionalmente tildados de frívolos. El año que acabamos de inaugurar se presenta como una monótona sucesión de mentiras pactadas: de best sellers que no pasarán a la historia, salvo a la del hastío de los que vamos de público cautivo de una presentación a otra; de horrendos montajes teatrales, supuestamente rupturistas, que logran arruinar hasta a nuestros clásicos; de estruendosos conciertos masivos a cualquier hora y en cualquier sitio; de competiciones seudodeportivas que colapsarán las ciudades y las dejarán emporcadas. No pasa nada, tranquilos, a todos les haremos críticas favorables, faltaría más. Aquí somos así. Y al que no le guste que se vaya a vivir al extranjero.

QOSHE - Sí, pero no - Ángel López García-Molins
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Sí, pero no

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14.01.2024

La iglesia católica es una institución fascinante que atraviesa un periodo de horas bajas. Basta entrar en cualquier iglesia –cuando está abierta: lo normal es que los templos permanezcan cerrados– para advertir la escasa presencia de fieles. A menudo no hay más que fieles de pago, es decir, turistas. La situación española llama mucho la atención porque en Portugal, en Francia, en Italia o en el sur de Alemania no es así. Tampoco en los países del este de Europa, que suelen practicar la rama ortodoxa del cristianismo. Yo no creo que España haya dejado de ser católica como dijo jactanciosamente Azaña ante las cortes republicanas. Al contrario. pienso que es ahora cuando verdaderamente se comporta de manera catoliquísima. No falta público en las grandes festividades: acabamos de celebrar la cabalgata de Reyes con más........

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