La Fiscalía de Menores de la Comunidad Valenciana alertaba recientemente del aumento de agresiones sexuales a chicas menores de 16 años. Huelga decir que los agresores son chicos. Las estadísticas entre las víctimas de violencia de género tampoco animan a complacernos, pues, siguen aumentando, cuando no se reducen a eso, meras cifras. El negacionismo se alimenta de la ceremonia de la confusión, algo que acrecienta el miedo a educar en igualdad, pues, según parece, quizás todo este desolador panorama sea consecuencia de quienes, como quien esto firma, se dedican a coeducar con el fin de erradicar el sexismo y todo tipo de violencia contra las mujeres.

Puede que sea un efecto rebote –auguran opinólogos y sabihondos– porque, ciertamente, esos cursos para prevenir la violencia de género, o para informar de que el porno es adictivo, o de que la prostitución nunca será trabajo sino esclavitud sexual de mujeres y niñas, todos, por igual, producen un malestar entre los varones y aumenta su violencia. Vienen a decir, pues, que las manadas, los puteros, los machirulos y toda clase de simios provienen de una reacción patriarcal organizada contra nosotras, las personas decentes que buscamos un mundo en igualdad, antipatriarcal y anticapitalista. Un sistema político y económico, en fin, que trate a hombres y mujeres como seres humanos; un orden social que deje de reducir en mercancía a las mujeres.

Frente a discursos negacionistas, reaccionarios o simplistas, parece incuestionable que la violencia de género atraviesa la vida de muchas chicas y mujeres, cuando no se la roba. Todas son víctimas de un Patriarcado que difícilmente «desempodera» a los hombres, sino que, su devenir metaestable, como advertía la maestra Celia Amorós, acaba adaptándolo a otras formas, maneras y realidades.

La erradicación de la violencia de género requiere de muchos factores a considerar, entre otros, denunciar la misoginia judicial, la violencia institucional o administrativa, así como cuidar, proteger, atender y acompañar incondicionalmente a todas las víctimas durante todo el proceso –y después– en el que denuncian a su maltratador. Se publicita que las víctimas nunca están solas, pero, quienes conocemos unas cuantas, entendemos que esto no siempre es así.

Nada como escucharlas a ellas, a las víctimas, para comprender el abandono de sus hijos e hijas, también víctimas de esa violencia, pero difícilmente protegidos por una administración que no facilita ni las becas, ni los estudios (adaptaciones, acompañamiento, etc), ni una atención psicológica de calidad en el sistema público sanitario. Los hijos e hijas de las víctimas de violencia de género se invisibilizan socialmente, posiblemente, porque recuerdan demasiado el abandono institucional de estas criaturas. Ni la escuela, ni el Estado, ni la legislación ayuda, acompaña o protege. Eso, cuando un juez no dicta la custodia compartida o visitas al maltratador en el Punto de Encuentro Familiar. Toda una tortura judicial planificada desde la frialdad de una mentalidad patriarcal.

A falta de un escenario más justo, igualitario y humano para con las víctimas de violencia de género, sigo reclamando la cuestión pendiente de una Coeducación radical en los centros educativos. Un sistema coeducativo cuyo primer objetivo sea despatriarcalizar a los chicos. Que ellos aprendan el valor de los cuidados, de la empatía, de la humanidad, de la corresponsabilidad, de un proyecto común entre hombres y mujeres. Que comprendan que las mujeres no son mercancía, ni su propiedad, ni su vientre o su cuerpo para obtener placer sexual.

La Coeducación es la herramienta fundamental para construir un mundo libre de violencia contra las mujeres. ¿Y si la practicamos? A largo plazo tendría efectos muy beneficiosos para toda la humanidad. Y sobre todo, para las mujeres, las auténticas víctimas de una sociedad patriarcal que nos resulta insostenible, injusta, inhumana y putrefacta.

QOSHE - Coeducación, cuestión pendiente - Agustín Zaragozá
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Coeducación, cuestión pendiente

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28.11.2023

La Fiscalía de Menores de la Comunidad Valenciana alertaba recientemente del aumento de agresiones sexuales a chicas menores de 16 años. Huelga decir que los agresores son chicos. Las estadísticas entre las víctimas de violencia de género tampoco animan a complacernos, pues, siguen aumentando, cuando no se reducen a eso, meras cifras. El negacionismo se alimenta de la ceremonia de la confusión, algo que acrecienta el miedo a educar en igualdad, pues, según parece, quizás todo este desolador panorama sea consecuencia de quienes, como quien esto firma, se dedican a coeducar con el fin de erradicar el sexismo y todo tipo de violencia contra las mujeres.

Puede que sea un efecto rebote –auguran opinólogos y sabihondos– porque, ciertamente, esos cursos para prevenir la violencia de género, o para informar de que el porno es adictivo, o de que la prostitución nunca será trabajo sino esclavitud sexual de mujeres y niñas, todos, por igual, producen un malestar entre los varones y........

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