Llovía todas las mañanas. Por las tardes salía el sol y después, ya con la noche, regresaba una llovizna anodina, como la que cae sin ninguna gracia en los poemas malos. En medio de una y otra lluvia, hablábamos de que el mundo está podrido en casi todas partes. De eso se trataba. De hablar, en la Universidad Jean Moulin, de cómo la corrupción, en sus más diversas formas, circunstancias y protagonistas, lo llena todo de un oscuro y pestilente aguachirle de cloaca. Lyon. La ciudad de los dos ríos. Los puentes de Lyon. Si te pierdes, que como decía Walter Benjamin es la mejor manera de conocer una ciudad, serán los puentes los que te orienten, los que te sirvan para no convertirte en un sapo de los que hacen chichinas los autos en medio del asfalto. El título del encuentro lionés: Miradas cruzadas sobre la corrupción. En España y Francia, del siglo XIX al XXI. Tela marinera.

En la sala sonaban la profunda razón de la palabra, lo que nos va quedando de memoria bajo la capa fraudulenta del olvido y los sobreseimientos judiciales, eso que a la gente de la calle le huele a cuerno quemado cuando le dicen que la justicia es igual para los ricos y para los pobres. La calle. Leía todos los días las noticias sobre las manifestaciones contra una posible ley de amnistía derivada de las negociaciones del gobierno con el independentismo catalán. La derecha y la extrema derecha se han pasado los últimos años diciendo que el gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez era ilegítimo. Y lo siguen diciendo. Ya pasó con los de Felipe González y los de Rodríguez Zapatero. Parece que los únicos gobiernos legítimos en España son los del PP. También asegura Isabel Díaz Ayuso que lo que vivimos ahora en España es una dictadura. La democracia es democracia si gobierna el PP. Si no gobierna el PP lo que tenemos es una dictadura. Si tanto les preocupan las dictaduras, ¿por qué nunca han condenado la dictadura franquista? Lo ha dicho Núñez Feijóo: no pararán de ocupar la calle después de que haya un nuevo gobierno progresista. No sé si hay una corrupción mayor que no aceptar las reglas del juego democrático. En el clima de violencia que se está instalando en las calles, son preocupantes las afirmaciones de algunos guardias civiles: darían hasta la última gota de su sangre por la unidad de España. Y aún un paso más en esta escalada de despropósitos amenazantes: el manifiesto que acaba de publicar medio centenar de altos cargos militares retirados reclamando al Ejército la destitución de Pedro Sánchez y la convocatoria de nuevas elecciones. Una auténtica llamada al golpe de Estado. No sé si saben, esos guardias civiles y esos militares, que estamos en el siglo XXI y no en los años treinta del pasado siglo. No sé si lo saben quienes a instancias del PP y de Vox se manifiestan todos los días, no contra la amnistía, sino contra la legitimidad de un gobierno democrático.

Pero regreso a la ciudad de Lyon, donde la palabra ahondaba en los procesos históricos protagonizados por la corrupción en todos sus niveles. Yo cerraba el programa y hablé del accidente del Metro en València y de la visita del Papa a la ciudad en esos mismos días. No sé si ha habido nunca un estropicio moral mayor que el que supuso la muerte de 43 personas y heridas otras 47 aquel fatídico 3 de julio de 2006. Jamás escuchamos un «lo siento» del presidente de la Generalitat, Francisco Camps. Los millones de euros que fueron a parar a la trama Gürtel con motivo de la visita papal. La RTVV y sus cabezas visibles, Canal 9 y Ràdio Nou, en sus programas y boletines informativos, invisibilizaron el accidente a favor de las imágenes en las que Benedicto XVI era el único protagonista. Y encima, el cinismo a la hora de explicar esa invisibilidad: no informaron del accidente del Metro para no aumentar el dolor de las familias de las víctimas. Eso dijeron. Qué vergüenza.

Pero de lo que más hablé fue de la dignidad, de la dignidad de una gente que todos los días 3 de cada mes se ponía detrás de una pancarta a las puertas de la Catedral para reivindicar justicia. Jamás la tuvieron. Al final, unas cuantas condenas. Y poca cosa más. Nunca he visto tanta dignidad, tanta resistencia, como en los nueve años en que nunca faltó esa pancarta: y muchas veces con más personas sosteniéndola que en la plaza escuchando sus palabras, dichas, esas palabras, con una mezcla de dolor y de rabia que las hacía grandes, duraderas y nobles para siempre, imprescindibles para que la vida no fuera un ejemplo tristemente calcado del oprobio. Nunca en mi vida he sentido tanto el silencio estremecedor que siguió al término de mi intervención. Puedo asegurarles a ustedes que esa tarde, en Lyon, la dignidad de las víctimas de aquel accidente y sus familias tuvo un reconocimiento emocionante, hermoso, como pocas veces he visto y vivido en muchos años.

Con frecuencia, viajas mucho y muy lejos para contar historias. Y descubres gente de la que no sabías absolutamente nada y sales de ahí como si todas las vidas, la tuya y las de los demás, fueran una sola vida. Y es entonces cuando piensas en lo que escribía Cortázar en uno de sus poemas: «Hay que pelear de nuevo el carbón del mañana». Ahí andamos, mi querido maestro. En esa pelea andamos. Y ya ni me acuerdo desde cuándo. Ya ni me acuerdo.

QOSHE - El carbón del mañana - Alfons Cervera
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El carbón del mañana

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19.11.2023

Llovía todas las mañanas. Por las tardes salía el sol y después, ya con la noche, regresaba una llovizna anodina, como la que cae sin ninguna gracia en los poemas malos. En medio de una y otra lluvia, hablábamos de que el mundo está podrido en casi todas partes. De eso se trataba. De hablar, en la Universidad Jean Moulin, de cómo la corrupción, en sus más diversas formas, circunstancias y protagonistas, lo llena todo de un oscuro y pestilente aguachirle de cloaca. Lyon. La ciudad de los dos ríos. Los puentes de Lyon. Si te pierdes, que como decía Walter Benjamin es la mejor manera de conocer una ciudad, serán los puentes los que te orienten, los que te sirvan para no convertirte en un sapo de los que hacen chichinas los autos en medio del asfalto. El título del encuentro lionés: Miradas cruzadas sobre la corrupción. En España y Francia, del siglo XIX al XXI. Tela marinera.

En la sala sonaban la profunda razón de la palabra, lo que nos va quedando de memoria bajo la capa fraudulenta del olvido y los sobreseimientos judiciales, eso que a la gente de la calle le huele a cuerno quemado cuando le dicen que la justicia es igual para los ricos y para los pobres. La calle. Leía todos los días las noticias sobre las manifestaciones contra una posible ley de amnistía derivada de las negociaciones del gobierno con el........

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