Ya no queda partido valenciano sin terremoto interno, salvo el PP. No es casual que los presidentes de la Generalitat y la Diputación de Valencia, Carlos Mazón y Vicent Mompó, ambos del PP, hayan brindado estas navidades (y sin haberse coordinado) por mantenerse como están, que todo les vaya como les ha ido en estos últimos meses. Vienen a decir que se han sentido cómodos. El poder tiene estas cosas: es un buen pegamento de estructuras de partido. El poder en mayúsculas, que es cuando se presiden las instituciones. Los que pactan para no gobernar está comprobado que viven constantemente con la sensación de trabajar para otro, que es el que se beneficia y les come la tostada, mientras ellos sufren la ansiedad eterna de qué hacer para que se les vea.

Tras los conflictos internos en Compromís (con Iniciativa en efervescencia por si Sumar fagocita a sus mandos y bases) y la revolución en el PSPV tras el adiós de Ximo Puig, es la ultraderecha la que importa ahora la purga realizada en Madrid y lamina a su portavoz en Corts (la única mujer que quedaba en ese puesto en esta legislatura) para poner a alguien más de la cuerda de Jorge Buxadé, el nuevo poder fáctico de Vox en España. José María Llanos ya ha dado un par de ‘campanadas’ (negó la violencia de género y dijo airado que el valenciano normativo no lo hablaba nadie), así que la cosa promete tropezones y resbalones. El temor en el PP es que pueda ser el preludio de una posición más incómoda para ellos en la Cámara.

De momento, Mazón logra sus primeros presupuestos sin sobresaltos: ni un solo rasguño con los socios de Vox. Y lo mismo María José Catalá. Y así sucederá mañana también en la diputación de Mompó. Los pactos con la derecha radical dejan seis meses de paz para el PP, cuya vida interna parece no existir para la opinión pública, que es el sueño de cualquier director de comunicación político. Ni Puig se encontró el patio orgánico tan aseado mientras gobernaba: en el congreso socialista de 2017, durante el primer Botànic, tuvo que lidiar con una candidatura a la contra cercana al aparato central del partido.

En este carrusel de cambios, el PSPV ha renovado dirección del grupo parlamentario. Quizá es puro azar, pero la primera experiencia es un topetazo de un portavoz adjunto con el vicepresidente Vicente Barrera (Vox). Un choque casi bienvenido, diría uno. Está bien si al PSPV le parece utilizar la tribuna de las Corts para dar un diploma de censor al titular de Cultura en el Consell. Algunos méritos está haciendo Vox en las instituciones. Pero ¿era ‘precís’ entregárselo en su escaño e intentar que lo coja en mano? Barrera debe exhibir más cintura, no hacer un asunto personal de estos desplantes políticos. Pero ¿aporta algo este espectáculo? Regala unos segundos de gloria en las televisiones, un vídeo con miles de visualizaciones en las redes sociales, pero poco más. La izquierda quizá puede quedarse contenta de haber conseguido presencia pública, de que se vea el talante del vicepresidente, pero se corre el riesgo de que toda la política, ansiosa de destapar a los radicales, incurra en los mismos vicios populistas. Corremos el riesgo de que la política viral, la de los clics, se adueñe del Parlamento. Ayer mismo hubo otro ‘happening’ con rollos de papel por el suelo. Y así, en esta carrera hacia el espectáculo de masas, quién sabe si en un tiempo veremos a diputados llegando a las manos. Y así, igual un día descubrimos que desnudando a los ultras actuamos todos como ultras. Las formas, señorías, las formas.

QOSHE - Todos ultras entre tanta política viral - Alfons Garcia
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Todos ultras entre tanta política viral

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21.12.2023

Ya no queda partido valenciano sin terremoto interno, salvo el PP. No es casual que los presidentes de la Generalitat y la Diputación de Valencia, Carlos Mazón y Vicent Mompó, ambos del PP, hayan brindado estas navidades (y sin haberse coordinado) por mantenerse como están, que todo les vaya como les ha ido en estos últimos meses. Vienen a decir que se han sentido cómodos. El poder tiene estas cosas: es un buen pegamento de estructuras de partido. El poder en mayúsculas, que es cuando se presiden las instituciones. Los que pactan para no gobernar está comprobado que viven constantemente con la sensación de trabajar para otro, que es el que se beneficia y les come la tostada, mientras ellos sufren la ansiedad eterna de qué hacer para que se les vea.

Tras los conflictos internos en Compromís (con Iniciativa en efervescencia por si Sumar fagocita a sus mandos y bases) y la........

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