Sin equilibrio entre Madrid y Barcelona, con el arbitraje de Bilbao, no hay España posible. Mientras funcionó, el avance democrático, social, económico y cultural fue un éxito. Adolfo Suárez, primero, y luego Felipe González, entendieron que el impulso económico y financiero de Cataluña y País Vasco eran esenciales para sacar del letargo a una Villa y Corte que la dictadura y antes las conspiraciones monárquicas, habían confinado en la conocida definición cervantina. El incuestionable compromiso del PCE con la modernización, primero, y luego los profesores universitarios del PSOE, hicieron de Madrid una cordial ciudad de acogida. Una inercia que impregnó al primer gobierno de José María Aznar, más por necesidad que por convencimiento, como se comprobó después.

La mayoría absoluta del PP de 2000 rompió esa ecuación territorial para dar paso al severo castellanismo de Aznar con su preferencia exterior por Washington, en detrimento de Bruselas. La indisimulada recuperación del sur peninsular del PSOE, y el impulso de aquel eje de la prosperidad Madrid-València-Palma del PP, fue visto por catalanes y vascos como una declaración de intenciones de separarlos de la gobernabilidad española. Primero el plan Ibarretxe, y luego la reforma del Estatut catalán, confirmaron la tensión territorial que alcanzó su máximo apogeo en octubre de 2017 en Barcelona.

El moderado gallegista Núñez Feijóo tenía una ocasión única para entenderse con el PNV y el sector pragmático de Junts. Esa era su intención, pero el Madrid centrípeto no le ha dejado, y entre el 28M y el 23J la ansiedad de sus barones por pactar con Vox y el engaño demoscópico le impidieron aplicar su plan de reconciliación con Barcelona y Bilbao, entregando todo ese espacio a un Sánchez muy desgastado, pero con una supervivencia política incontestable. Pero como dijo el sabio Indro Montanelli, el poder desgasta más al que no lo tiene.

La legislatura que viene no será dura, será lo siguiente, pero con una previsible aprobación de unos primeros presupuestos y el calendario electoral previsto (vascas, gallegas y europeas), Sánchez tiene como mínimo dos años de gobierno estable, que tal como corren los tiempos es mucho. Mientras tanto, nosotros, los valencianos, ofrendando, que es gerundio.

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La oposición desgasta más que el poder

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19.11.2023

Sin equilibrio entre Madrid y Barcelona, con el arbitraje de Bilbao, no hay España posible. Mientras funcionó, el avance democrático, social, económico y cultural fue un éxito. Adolfo Suárez, primero, y luego Felipe González, entendieron que el impulso económico y financiero de Cataluña y País Vasco eran esenciales para sacar del letargo a una Villa y Corte que la dictadura y antes las conspiraciones monárquicas, habían confinado en la conocida definición cervantina. El incuestionable compromiso del PCE con la modernización, primero, y luego los profesores........

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