Estamos en uno de los barrios más pijos (posh) de Londres, Chelsea, y andamos desde el bonito edificio Bibendum convertido en una estupenda ostrería, por Fulham Road en dirección suroeste. Justo cuando se acaba el barrio, en el cementerio de Brompton, encontramos el estadio del equipo de fútbol, el Chelsea FC, Stamford Bridge, donde alguna que otra jornada memorable ha escrito el Valencia CF: la de 2009 con gol de Rodrigo, por ejemplo. Ahí empieza el barrio de Fulham, en el mismo distrito postal, el 6. Por eso el choque futbolístico entre el Chelsea y el Fulham se conoce como el derby SW6.

Cruzamos todo el barrio de Fulham hasta llegar al sur de la parada del metro de Hammersmith, junto a uno de los grandes meandros del Támesis en la capital inglesa. Allí se levanta otro estadio, el Craven Cottage (algo así como la cabaña de Craven, un aristócrata), la casa del Fulham FC, el club profesional de fútbol más antiguo de Londres, fundado en 1879, cuyos colores, curiosamente, son similares a los del Valencia: camisola blanca, pantalón y medias negras (con vuelta blanca).

El Fulham, como tantos otros equipos, fue fundado en una parroquia, pero a pesar de su antigüedad presenta un pobre palmarés en su dilatada trayectoria. Se trata de un histórico equipo sube y baja, más parecido al Levante UD en ese sentido, aunque en la temporada 2002 ganó la copa europea Intertoto, llegando a la final de una copa de la UEFA en 2010, que perdió contra el Atlético de Madrid en la prórroga. Poco más, un buen periodo a finales de los 50, y una cierta fama mediática cuando fue adquirido por Al Fayed por 30 millones de libras en 1997.

A día de hoy, sin embargo, vive el mejor momento en su casi siglo y medio de existencia. Se ha consolidado en la máxima categoría de la Premier League, convertido en un buen equipo de mitad de la clasificación. Pero lo más importante ha sido su ejemplo de modernización y reforma del viejo e histórico estadio. El terreno ubicado en la orilla misma del Támesis fue un lugar de caza para la nobleza, de ahí su nombre, pero desde finales del siglo XIX es la sede del Fulham, sobre el que se levantó el primitivo estadio en 1905 por parte del mismo arquitecto del Ibrox Park de Glasgow, Archibald Leitch, una de cuyas tribunas con altas columnas de hierro forjado se remata con un frontón a la griega, uno de los pocos de ese estilo que se conservan en Europa. Está protegido.

Craven Cottage ha vivido diversas reformas desde aquellos primeros años, pero la más decisiva es la que acaba de acometer y, todavía, no ha concluido del todo. Básicamente, se ha rehabilitado la vieja grada rematada con el referido frontón así como la fachada en ladrillo rojo de la Stevenage Road que ahora lleva el nombre de su más legendario capitán, Johnny Haynes. Al mismo tiempo, la grada recayente al río es toda moderna, con estructuras acristaladas que dan lugar a amplias terrazas sobre el Támesis, un espacio donde la gente pasea, toma el sol o se sienta en los restaurantes y cafeterías que se han abierto allí. Todo un ejemplo de reaprovechamiento de una histórica edificación, conservando el sabor de la tradición y ensamblándola de modo inteligente y armónico con la modernidad.

Cuando contemplas el Cottage del Fulham no se puede dejar de pensar en el viejo Mestalla y en la vergonzosa situación del club valencianista y de su fracasada operación para un nuevo estadio. No se me ocurre mejor solución para el problema generado: no abandonar el histórico Mestalla, que el pasado mes de mayo cumplió cien años sin pena ni gloria. El viejo campo que recibe el nombre de la acequia que le circundaba, fue obra del prestigioso arquitecto neoclasicista Francisco Almenar, aunque el aspecto actual de la tribuna es obra de Salvador Pascual en los años 1951-52, autor de la Piscina Valencia y de un amplio escrito sobre el emplazamiento del estadio. Esa es, probablemente, la gradería en uso más antigua de cuantas existen en los campos españoles de primera división, con su clásica torre de acceso en escalera de caracol, sus tres balconadas con barandillas o el cuerpo de remate en celdillas cuadradas formando tramas ortogonales y cuyos estribos y contrafuertes soportan la cubierta.

Frente a la posibilidad de reaprovechar Mestalla, el club y los sucesivos ayuntamientos han preferido una alternativa que roza lo delirante: liquidar el viejo estadio y convertirlo en una de las parcelas de mayor densidad urbanística de la ciudad (tanta que sus diseños arquitectónicos resultan prácticamente imposibles), trasladando el fútbol a una zona urbana de la que se desconoce cómo funcionará su tráfico en días de partido. Para ello se diseñó un nuevo estadio por parte de un estudio internacional especializado en ese tipo de construcciones, proyecto que ha ido padeciendo sucesivos recortes hasta quedar en una simple estructura de cemento con unos alargados pilares que sostendrán una cubierta de la que poco más se sabe sobre cómo resolverá los problemas lumínicos y de alta insolación en Valencia. Un estadio para 70.000 almas, exagerada cifra que jamás ha tenido, ni podrá tener en un futuro cercano, ningún partido del Valencia. Un estadio con las obras paradas ¡quince años!, sin que la administración pública haya tomado medida alguna.

Nunca debimos abandonar Mestalla. Un estadio con historia, con elementos singulares, que podría reconstruir la grada este recayente a la avenida de Aragón como ha hecho el Fulham, donde cabría incluso un centro comercial que sirviera para solaz de la afición y para aliviar los costes de la nueva obra. Un proyecto que podría aprovecharse para crear, por fin, un aparcamiento subterráneo que liberase la citada avenida de coches, convertida desde el Mundial de Naranjito en 1982, en una avenida-parking, y cuyo vecindario bien merece un buen jardín, liberando cerca de 40.000 metros cuadrados. Y si no se llega al Mundial de 2030, siempre se podrá echar mano del remozado estadio del Levante (del tándem Jiménez de la Iglesia-Juanjo Estellés), o de la Cerámica del Villarreal, porque a lo sumo a Valencia le tocarán un par de partidos, y de la pedrea.

QOSHE - Nunca debimos abandonar Mestalla - Juan Lagardera
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Nunca debimos abandonar Mestalla

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24.12.2023

Estamos en uno de los barrios más pijos (posh) de Londres, Chelsea, y andamos desde el bonito edificio Bibendum convertido en una estupenda ostrería, por Fulham Road en dirección suroeste. Justo cuando se acaba el barrio, en el cementerio de Brompton, encontramos el estadio del equipo de fútbol, el Chelsea FC, Stamford Bridge, donde alguna que otra jornada memorable ha escrito el Valencia CF: la de 2009 con gol de Rodrigo, por ejemplo. Ahí empieza el barrio de Fulham, en el mismo distrito postal, el 6. Por eso el choque futbolístico entre el Chelsea y el Fulham se conoce como el derby SW6.

Cruzamos todo el barrio de Fulham hasta llegar al sur de la parada del metro de Hammersmith, junto a uno de los grandes meandros del Támesis en la capital inglesa. Allí se levanta otro estadio, el Craven Cottage (algo así como la cabaña de Craven, un aristócrata), la casa del Fulham FC, el club profesional de fútbol más antiguo de Londres, fundado en 1879, cuyos colores, curiosamente, son similares a los del Valencia: camisola blanca, pantalón y medias negras (con vuelta blanca).

El Fulham, como tantos otros equipos, fue fundado en una parroquia, pero a pesar de su antigüedad presenta un pobre palmarés en su dilatada trayectoria. Se trata de un histórico equipo sube y baja, más parecido al Levante UD en ese sentido, aunque en la temporada 2002 ganó la copa europea Intertoto, llegando a la final de una copa de la UEFA en 2010, que perdió contra el Atlético de Madrid en la prórroga. Poco más,........

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