Pocos sectores están pagando el pato de la estupidez climática tanto como el agrícola, que además tiene que lidiar con un animalismo muy mal entendido, con locuras bruselenses presuntamente anticontaminantes y, por si lo anterior fuera poco, con la competencia desleal de los molinos de viento y las granjas solares. Un panorama desolador, vamos, normal que anden con un cabreo considerable.

Yo no soy de los que piensa que tenemos que tener un sector primario fuerte para no depender del exterior, porque hoy en día es imposible no depender del exterior en muchas cosas –y hay que añadir: afortunadamente– así que no me busquen entre las exaltaciones patrióticas del campo, porque no pienso que la esencia de lo nacional esté en comer naranjas valencianas y fresas de Aranjuez, que bien ricas que están las dos, dicho sea de paso.

Lo que sí creo es que la gente del campo tiene derecho a ganarse la vida y que, si nos pasamos la mitad del año lamentando que los pueblos se mueren y que España está "vaciada", no nos podemos pasar la otra mitad echando a la gente de unos trabajos que son los que la pueden asentar fuera de las ciudades. Sí, ya sé que la teoría es muy bonita, pero la mayor parte de los residentes en pueblos pequeños no serán diseñadores gráficos con gafas de pasta y ejecutivos de start ups teletrabajando, siento ser yo el que tiene darles la noticia.

Resumiendo: a la gente del campo les están haciendo canallada tras canallada con las excusas más diversas y, si nunca ha sido fácil ganarse la vida con la agricultura y la ganadería, da la sensación de que alguien escondido en un despacho pretende lograr que a partir de ahora sea directamente imposible.

Pero por desgracia la solución a eso tampoco es colapsar un país colocando tractores en las carreteras. Ni siquiera es la forma de hacer más visible un problema que es real pero al que muy pocos medios prestan tanta atención como Libertad Digital, si me permiten la pequeña autopromo.

Porque al final a quién le revientan el día unos tractores cruzados en una autopista no es a Sánchez, que los ve desde el Falcon, ni a los burócratas de Bruselas, que como mucho tendrán que dejarse el coche en su lujosa casa e ir al aeropuerto en tren; somos los ciudadanos del común y los profesionales del transporte los que sufrimos unas protestas que pueden ser justas en su origen, pero que dejan de serio si no se encauzan bien.

No se equivoquen, amigos agricultores: generar la ira de la gente de a pie no ayuda a que los políticos espabilen, sólo sirve para crear un rechazo de fondo que supondrá que a nadie le importe la siguiente cacicada que les hagan. Más allá de un pequeño incendio que se apaga con dos declaraciones y un poco de ayuda de la prensa amiga no le están generando un problema al Gobierno, al contrario: a largo plazo les están ayudando.

Por mucho que las imágenes de los atascos llamen la atención en los telediarios, la política que el campo necesita, que es a largo plazo, no se hace por unos informativos que en unos días estarán buscando, y encontrando, carnaza en otra parte.

QOSHE - Tractores y telediarios - Carmelo Jordá
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Tractores y telediarios

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07.02.2024

Pocos sectores están pagando el pato de la estupidez climática tanto como el agrícola, que además tiene que lidiar con un animalismo muy mal entendido, con locuras bruselenses presuntamente anticontaminantes y, por si lo anterior fuera poco, con la competencia desleal de los molinos de viento y las granjas solares. Un panorama desolador, vamos, normal que anden con un cabreo considerable.

Yo no soy de los que piensa que tenemos que tener un sector primario fuerte para no depender del exterior, porque hoy en día es imposible no depender del exterior en muchas cosas –y hay que añadir: afortunadamente– así que no me busquen entre las exaltaciones patrióticas del campo, porque no pienso que la esencia de lo nacional esté en comer naranjas valencianas y fresas de........

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