Si lo imprevisto sucede y el azar se alía con un puñado de votos, Galicia no sólo estará en manos de un pequeño Frankenstein, a imagen y semejanza del Gobierno de España. Estará también bajo el dominio de una criatura del Parque Jurásico que ha sobrevivido dentro del organismo nacionalista y tiene, como marca electoral, al BNG. Una marca que, desde los retrocesos que sufrió en 2012 y 2016, ha sabido emplear las modernas técnicas de comunicación para cambiar la imagen de un nacionalismo adusto, enclaustrado y sectario por otra más amable y abierta. Producto representativo de este blanqueamiento del Bloque es el cartel electoral de la candidata, de un blanco tan radiante que hace sonar la marcha nupcial.

El éxito de este cambio de look se mide en la subida en intención de voto. Están llegando más allá de lo que han llegado nunca. Hay, como siempre, más ayudantes, pero la suavización de los rasgos duros ayuda mucho. El maquillaje funciona. Cada vez es mejor y funciona más. Por obra del bendito maquillaje y de la maldita ignorancia, muchos verán en el Bloque sólo a un nacionalismo más. Verán a un nacionalismo de los que están en extinción o extintos, de los que presionan en Madrid para conseguir ventajas, un PNV o una CiU, pero con ramalazo izquierdista. Y, en cambio, serán contados los que recuerden que quienes han dirigido con mano de hierro el tinglado son los "coroneles" de la UPG, hoy más en la sombra que antes, pero no menos férreos.

La Unión do Povo Galego, nacida en la clandestinidad en 1964, es un partido comunista. Se proclama "el partido de la patria y del socialismo", luce en su emblema la hoz y el martillo y es devoto del marxismo-leninismo. No es la suya una versión posmoderna de la fe. Lleva la impronta de una doctrina antigua y tosca, la del maoísmo, y su invento del "bloque de las cuatro clases" asoma en el nombre que le dieron a su marca electoral. La estrella roja que el BNG incrusta en sus banderas de Galicia no es un elemento decorativo. Es el santo y seña de la ideología que comparte con su matriz. Cierto que no serían nada sin su nacionalismo anticolonialista —creen que Galicia es una colonia de España—, pero han conseguido que su nacionalismo prime tanto, que su comunismo pasa desapercibido. Aunque no es sólo mérito suyo.

Los "posibilistas" del Bloque y los "coroneles" de la UPG se enzarzan cada tanto en violentas disputas bizantinas que, más de una vez, acaban en escisión. Pero ahora que ven el poder al alcance, gracias al desfondamiento socialista y a la decepción con la izquierda de la izquierda, prevalece el todos a una. Hasta Beiras se ha reconciliado. Las distintas sectas de la secta se guardan sus diferencias a la espera del dictamen. Aunque no tienen ninguna diferencia sobre lo que quieren hacer. El sueño, la fantasía, el deseo más intenso de todas las sectas de la secta nacionalista es erradicar de Galicia todo rasgo que la identifique como española. Si el azar y un puñado de votos los meten en San Caetano, no quepa duda: desencadenan la revolución cultural.

QOSHE - El Libro Rojo en Galicia - Cristina Losada
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El Libro Rojo en Galicia

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06.02.2024

Si lo imprevisto sucede y el azar se alía con un puñado de votos, Galicia no sólo estará en manos de un pequeño Frankenstein, a imagen y semejanza del Gobierno de España. Estará también bajo el dominio de una criatura del Parque Jurásico que ha sobrevivido dentro del organismo nacionalista y tiene, como marca electoral, al BNG. Una marca que, desde los retrocesos que sufrió en 2012 y 2016, ha sabido emplear las modernas técnicas de comunicación para cambiar la imagen de un nacionalismo adusto, enclaustrado y sectario por otra más amable y abierta. Producto representativo de este blanqueamiento del Bloque es el cartel electoral de la candidata, de un blanco tan radiante que hace sonar la marcha nupcial.

El éxito de este cambio de look se mide........

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