La guerra del Gobierno de España contra la presidenta de la Comunidad de Madrid es, en cierto modo, un enigma. Lo es sobre todo a la vista de sus resultados. Hace varios años que empezó, prácticamente desde el estreno de Díaz Ayuso. Entonces se podía pensar que tenía algún sentido político. Ayuso llegaba en minoría, mientras el PSOE había sido el más votado. Eso fastidia. La presidenta era nueva en el desempeño del cargo y un neófito parece siempre más vulnerable. Los socialistas la sometieron a fuego graneado para que se viniera abajo pronto y poder cosechar en la siguiente convocatoria. Aún así, el tipo de ataques que recibió llamaban la atención. Eran todos ad hominem. Las manadas en las redes, que hacen el trabajo sucio del partido, ponían en cuestión su capacidad y no se referían a la capacidad gestora. Le pusieron motes ofensivos, la insultaban directamente. No había ningún otro dirigente del Partido Popular con el que se ensañaran tanto, y también eso era llamativo.

Con la epidemia y los confinamientos llegaron las escaramuzas más sonadas, pero no cambiaron el tipo y el tono de los ataques. Aunque lo más notable era que todo un Gobierno de España se molestara en dirigir el grueso de su artillería contra una presidente autonómica. Por muy de Madrid que fuera, no tenía mucho sentido. Lo lógico, dentro de la lógica perversa que se ha instalado, hubiera sido confrontar con el partido de la oposición y su líder. Pero querían confrontar con Ayuso. Se me dirá que ella también y entraríamos en la discusión de quién empezó. Sería larga y tediosa. Habría que examinar cada episodio, cada batalla, a ver quién la empezó. Lo esencial, sin embargo, no está ahí. Si el Gobierno central no hubiera querido entrar, no habría entrado. Pero entró, y a saco. Y esa es la causa de que los dichos o los hechos de la presidenta madrileña saltaran a la escena nacional, en lugar de quedarse en noticia de páginas locales.

No se continúan las guerras cuando el resultado es la derrota. Lo más enigmático de la guerra contra Ayuso viene de ahí. Aquello que se podía entender al principio, dejó de entenderse cuando las elecciones, nada menos que dos, mostraron que la presidenta, lejos de debilitarse, se fortalecía. Esta guerra tendrá propósitos que se me escapan, propósitos inconfesables, seguro, pero el objetivo clásico de la batalla política —infligir pérdidas electorales— no lo ha conseguido ni de lejos. El empeño en destruir a Ayuso como figura política, mediante ataques de índole personal, se ha demostrado contraproducente. La relación viene a ser: a más ataques, más votos. ¿Entonces? Entonces uno tiende a pensar que no estamos ante una estrategia medio inteligente, sino ante una pulsión del todo irracional.

La idea se afianza cuando se ven ataques como el del ministro maleducado, que hibridaba al macarra y al viejo verde para decir que el novio de Ayuso era "testaferro con derecho a roce". Sabemos, porque lo han dejado claro, que el machismo contra Ayuso no es machismo, porque ella no es mujer. Pero es mujer, y por eso eligen las armas que eligen. Siguen apostando por su vulnerabilidad, porque es mujer. La cuestión que no parecen haber entendido es que muchos votantes igual aprecian precisamente eso. Que sea vulnerable, que todavía tenga naturalidad, como para que se note lo que siente, y que a la vez sea luchadora. Pero la guerra continuará, porque la polarización vive de alimentar odios y pulsiones incontrolables.

QOSHE - La guerra contra Ayuso - Cristina Losada
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La guerra contra Ayuso

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19.03.2024

La guerra del Gobierno de España contra la presidenta de la Comunidad de Madrid es, en cierto modo, un enigma. Lo es sobre todo a la vista de sus resultados. Hace varios años que empezó, prácticamente desde el estreno de Díaz Ayuso. Entonces se podía pensar que tenía algún sentido político. Ayuso llegaba en minoría, mientras el PSOE había sido el más votado. Eso fastidia. La presidenta era nueva en el desempeño del cargo y un neófito parece siempre más vulnerable. Los socialistas la sometieron a fuego graneado para que se viniera abajo pronto y poder cosechar en la siguiente convocatoria. Aún así, el tipo de ataques que recibió llamaban la atención. Eran todos ad hominem. Las manadas en las redes, que hacen el trabajo sucio del partido, ponían en cuestión su capacidad y no se referían a la capacidad gestora. Le pusieron motes ofensivos, la........

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