No se puede entender la trama de corrupción del hombre de confianza de Ábalos sin comprender la división del trabajo. Es la conveniente división que se establece en partidos políticos que ya tienen tradición en estas lides entre las figuras aparentemente limpias e impecables, que no pueden mancharse las manos, y los personajes que se mueven en los bajos fondos del partido y hacen los trabajos sucios. Entre unos y otros no habrá más conexiones de las precisas. Pero los de arriba dejarán hacer y los de abajo harán lo que sea, incluido lo de lucrarse personalmente cuando la ocasión resulte propicia. Es por ahí, por ese afán y ese ansia irrefrenables —está en su naturaleza— que estas tramas se desmadran y acaban saliendo a la luz. Una vez expuesta se dirá lo de la manzana podrida, y a otra cosa. Pero el cesto la albergaba porque cumplía una función.

Una manzana podrida, aislada y solitaria que convoca a reuniones en un bar a altos cargos de un ministerio y consigue que vayan es una manzana muy, muy rara. Tan rara que no hay manera de creer en lo aislado de su podredumbre. Tampoco resulta más creíble el aislamiento si quitamos la imagen de la manzana y ponemos la del propio Koldo, que fue el convocante de esas "cumbres" una vez que ya sabía —¿quién le daría el soplo?— que estaba bajo la lupa. ¿Van a reunirse de ese modo, casi clandestino, unos directores generales con un pelagatos, antes ascendido, sí, pero pelagatos a su lado? Con el cambio de nombre del ministerio de Fomento a ministerio de Transportes a lo mejor se pierde de vista que sigue siendo el de Obras Públicas. La obra pública suele ser la vía favorita para la financiación ilegal de los partidos. Pero no nos adelantemos.

Volvamos a la división del trabajo, gran invento. Llámese especialización. Cada uno en su papel. De un lado, los pijos o chicos bien del partido, los que presumen de formación o disponen de título universitario, tienen buenos modales, saben llevar un traje, van al dentista —importante para la sonrisa—, pronuncian bien "resiliencia" y chamullan el inglés. Del otro, los pelagatos y buscones, poco sofisticados y nada fotogénicos, pero con las habilidades propias del titulado en la universidad de la vida, el licenciado en gramática parda y el bregado en la calle. Cómo se llega a conectar la galaxia de los pijos con el submundo de los buscones se irá viendo, pero tenían, unos y otros, algo en común: su aventurerismo.

No se podrá entender esta trama sin remontarse a la resurrección de Sánchez después de que lo defenestraran algunos de los que mejor le conocían. Alguien que no tenía nada que perder, como Sánchez, que se fue al paro, y un puñado de militantes que apenas tenían nada que perder se asociaron para intentar ganar las primarias al aparato, al todopoderoso aparato del PSOE, que resultó un tigre de papel. Era una apuesta de alto riesgo. Odón Elorza, otro que estuvo ahí, dijo a los cinco años de aquella ruleta rusa: "Nos jugábamos el cuello y el puesto. Si hubiéramos perdido las primarias, no hubiéramos repetido en ese puesto ni en ningún otro. No era una apuesta a caballo ganador". Y no lo era. Tenían todas las de perder, pero si por una casualidad de la vida ganaban, hacían saltar la banca. El aventurerismo unió a pijos y pelagatos en torno a Sánchez, el pijo mayor. Cómo extrañarse de que se practicaran otros juegos de riesgo.

QOSHE - La trama de pijos, pelagatos y aventureros - Cristina Losada
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La trama de pijos, pelagatos y aventureros

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05.03.2024

No se puede entender la trama de corrupción del hombre de confianza de Ábalos sin comprender la división del trabajo. Es la conveniente división que se establece en partidos políticos que ya tienen tradición en estas lides entre las figuras aparentemente limpias e impecables, que no pueden mancharse las manos, y los personajes que se mueven en los bajos fondos del partido y hacen los trabajos sucios. Entre unos y otros no habrá más conexiones de las precisas. Pero los de arriba dejarán hacer y los de abajo harán lo que sea, incluido lo de lucrarse personalmente cuando la ocasión resulte propicia. Es por ahí, por ese afán y ese ansia irrefrenables —está en su naturaleza— que estas tramas se desmadran y acaban saliendo a la luz. Una vez expuesta se dirá lo de la manzana podrida, y a otra cosa. Pero el cesto la albergaba porque........

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