La evolución o involución de la retórica del socialismo en el poder da para un estudio fascinante. Que se ha ido avinagrando, se huele. Nunca fue un vino bueno y el resultado es un vinagre malo. Cuanto más acosado se siente, peor el vinagre y peores sus efluvios. Pero antes de caer en la tinaja avinagrada, hay que hablar de la banalización, y no sólo porque la haya puesto a huevo Bolaños, con su "¡paren de banalizar el terrorismo!" que ha dirigido al PP con imprudencia. Porque son quienes niegan de antemano la tipificación de terrorismo a ciertos actos violentos, se inventan un terrorismo bueno para amnistiarlo y se alían con quienes no condenan el historial terrorista de la organización de la que proceden, los que reducen a la insignificancia el terrorismo. Banalizar es dar a algo el carácter de banal, y sus sinónimos son minimizar, subestimar y suavizar: todos aplicables a lo que han hecho.

La retórica del socialismo en el poder ha encontrado en la banalización o trivialización un recurso importante. Ocupa el lugar de la mentira descarnada y sirve, en todo caso, para hacerla pasar más suavemente. No es casual que enfrentado a la contradicción palmaria de sus declaraciones previas con actos posteriores, Sánchez optase por dejar de negarlo y apelara a unos "cambios de opinión", más benignos, aceptables y banales. A fin de cuentas, quién no cambia de opinión alguna vez. Raro es que no le hayan encontrado, siempre en San Google y sin más comprobación, alguna cita (falsa) de un filósofo para darle una pátina intelectual: lo dijo el sabio… Con una banalización sencilla y fácil como ésta, no hay engaño, sólo cambio de opinión común y corriente.

La banalización ablanda la mentira política, la hace doméstica y digerible. No es que la mentira política esté muy penalizada en un país donde prima tan mala opinión sobre los políticos que los iguala en el mal y, por eso mismo, les acaba permitiendo todo. Aunque las lealtades tribales absuelvan. Absuelven a los "nuestros", porque los otros también. Y, dado que todos son igual de malos, tampoco merece la pena tomarse el trabajo de diseccionar lo hecho y contrastar con lo que se iba a hacer. Aún así, pese a que todo conspira para que se penalice poco, conviene que la mentira se digiera con pleno confort moral. La función de un equipo de comunicación de Moncloa es la de un digestivo. Y la trivialidad, ayuda mucho. De cualquier asunto serio y grave, se hace una papilla suavecita que se traga sin necesidad de masticar o una bufonada de la que hay que reírse: "Se rompe España, ¡jaja!" Por qué preocuparse.

Pocas cosas más banales hoy que un debate parlamentario. Allí uno puede oír al presidente del Gobierno haciéndose pasar por cómico y por químico, tratando de ser sarcástico para ser solemnemente ridículo. O escuchar a un ministro llamar por enésima vez "ultra" a un partido que ha gobernado y gobernará, al que le piden constantemente que llegue a acuerdos y tenga sentido de Estado: ¿como les pides eso a unos ultras? Hasta a los ultras los banalizan. Todo es ultra, nada lo es. Y cuanto más banalizan, más polarizan.

QOSHE - No banalicen, ¡so ultras! - Cristina Losada
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No banalicen, ¡so ultras!

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08.02.2024

La evolución o involución de la retórica del socialismo en el poder da para un estudio fascinante. Que se ha ido avinagrando, se huele. Nunca fue un vino bueno y el resultado es un vinagre malo. Cuanto más acosado se siente, peor el vinagre y peores sus efluvios. Pero antes de caer en la tinaja avinagrada, hay que hablar de la banalización, y no sólo porque la haya puesto a huevo Bolaños, con su "¡paren de banalizar el terrorismo!" que ha dirigido al PP con imprudencia. Porque son quienes niegan de antemano la tipificación de terrorismo a ciertos actos violentos, se inventan un terrorismo bueno para amnistiarlo y se alían con quienes no condenan el historial terrorista de la organización de la que proceden, los que reducen a la insignificancia el terrorismo. Banalizar es........

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