Pedro Sánchez miente mucho. Y no hay razón para pensar que su carta no contenga una nueva sarta de mentiras. Es probable que la única verdad que haya en ella sea la de que está profundamente enamorado de su mujer, aunque el que se sienta obligado a proclamarlo públicamente quizá sea porque también eso es mentira. En todo caso, es seguro que no es verdad que esté planteándose dimitir porque la derecha política y mediática esté manchando el nombre de su esposa. Para estar seguro de que Sánchez jamás dimitiría por algo así basta recordar sus carcajadas cuando Feijóo le dijo que él no estaba dispuesto a ser presidente del Gobierno a cualquier precio. Es evidente, porque así lo ha dicho y porque lo ha demostrado con sus obras, que Sánchez sí lo está. Y si está dispuesto a serlo a costa de librar a unos criminales de la cárcel violando la Constitución como no va a merecerle la pena seguir siéndolo a pesar de una denuncia contra su mujer que muy bien podría acabar archivándose. Su admisión por un juez de a pie está muy lejos de ser la clase de suceso que podría hacerle dimitir.

De forma que hay algo que se nos oculta. Hay quienes apuntan hacia la posibilidad de que se proponga presentar la cuestión de confianza para fortalecer su muy debilitado liderazgo obligando a Puigdemont a reconocer que el socialista es el mejor presidente con el que pueda contar el golpismo catalán, mucho más cuando todavía no ha entrado en vigor la amnistía. Sin embargo, en la cuestión de confianza tiene Sánchez poco que ganar y mucho que perder. Y de querer plantearla, ¿por qué no empezar por ahí?

No. Más bien Sánchez quiere provocar una ola de apoyos y advertir a todos aquellos cuya poltrona depende de que él siga siendo presidente del Gobierno, desde el Fiscal General del Estado hasta Pumpido, desde los ministros hasta los independentistas de toda laya, desde los diputados socialistas sin rango hasta los miles de cargos públicos que dependen de que el Gobierno se sostenga, de la necesidad de que se esfuercen más en protegerlo y mimarlo. ¿Cómo? Atacando con más denuedo a los enemigos, lo que él llama derecha política y mediática, pero sobre todo a la "derecha judicial". No es casualidad que lo último que hiciera Pedro Sánchez antes de retirarse a reflexionar fuera contestar a una pregunta seguramente pactada con Esquerra Republicana acerca de si seguía creyendo en la justicia. Y Sánchez dijo que, a pesar de todo, continuaba haciéndolo. Le faltó añadir: "pero no por mucho tiempo". El gesto desencajado del miércoles por la mañana en las Cortes no anunciaba una dimisión, sino graves medidas contra quienes han agotado su paciencia, los periodistas críticos, por supuesto, pero sobre todo los jueces.

Cabe una última posibilidad. Y es que lo que ha enviado Francia en relación al espionaje del teléfono de Sánchez que ha hecho que el juez reabra el caso Pegasus contenga revelaciones tan perjudiciales que el presidente necesite para superar el embate reunir la mayor cantidad de apoyos y que a esa finalidad esté dedicada esto que en términos taurinos se podría llamar "espantá". Lo que es seguro es que no está pensando en dimitir porque le hayan mentado a la parienta.

QOSHE - La máquina de la mentira - Emilio Campmany
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La máquina de la mentira

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26.04.2024

Pedro Sánchez miente mucho. Y no hay razón para pensar que su carta no contenga una nueva sarta de mentiras. Es probable que la única verdad que haya en ella sea la de que está profundamente enamorado de su mujer, aunque el que se sienta obligado a proclamarlo públicamente quizá sea porque también eso es mentira. En todo caso, es seguro que no es verdad que esté planteándose dimitir porque la derecha política y mediática esté manchando el nombre de su esposa. Para estar seguro de que Sánchez jamás dimitiría por algo así basta recordar sus carcajadas cuando Feijóo le dijo que él no estaba dispuesto a ser presidente del Gobierno a cualquier precio. Es evidente, porque así lo ha dicho y porque lo ha demostrado con sus obras, que Sánchez sí lo está. Y si está dispuesto a serlo a costa de........

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