La prensa sanchista nos cuenta que, a pesar del caso Koldo, la alianza que sostiene al Gobierno se mantiene sólida. ¡Vaya una sorpresa! A más debilidad del Gobierno, más rocosa será la voluntad de los partidos nacionalistas de sostenerlo porque mejor podrán exprimirlo. Su granítico respaldo a un Gobierno corrupto no se funda en ninguna lealtad a Sánchez, sino en la deslealtad a España. La degradación moral del Gobierno, por ser precisamente el nuestro, es para los independentistas una razón más para apuntalarlo. Por lo tanto, quienes pueden derribar al Gobierno no son los partidos de la alianza. Ni los de la oposición, que no tienen diputados suficientes. Si acaso, lo harán los socialistas. Y no por salvar a España, ni por exigencias morales, sino por instinto de supervivencia, para evitar verse abocados a atravesar durante años un inmenso desierto, desterrados del presupuesto y ayunos de canonjías.

Evidencias de los temblores que experimentan los cimientos de Ferraz se encuentran en la comida de Emiliano García-Page con Felipe González "para hablar de la situación política"; en la victoria del candidato antisanchista en Extremadura; en la depuración de una procuradora sanchista en las Cortes de Castilla y León; en la negativa de Lambán, con el apoyo de los socialistas de Zaragoza y Teruel, a apartarse para dejarle la silla a la ministra sanchista, Pilar Alegría; en la resistencia que en Valencia encuentra la candidata sanchista a suceder a Ximo Puig.

Evidentemente, para derribar al bello doncel, no bastan las revueltas de algunas federaciones territoriales. La clave está en el grupo parlamentario. Y los hombres y mujeres que lo componen fueron cuidadosamente escogidos por Sánchez y no están bajo el control de las federaciones. Al menos, de momento. El problema del secretario general, sin embargo, es que no tiene servidores leales, sino estómagos agradecidos. Los pocos fieles que tuvo los defenestró. Y los estómagos agradecidos le seguirán mientras crean que con él tienen garantizado tenerlo lleno. Si se llegan a convencer de que a Sánchez le quedan dos telediarios, le abandonarán y acudirán a hacerle la pelota a quien vaya a ser el nuevo secretario general, presumiblemente el actual presidente de Castilla-La Mancha. Para que tal cosa ocurra, a García-Page le basta con convencer a media docena de diputados socialistas de que voten "no" a la amnistía, bien cuando se someta a votación del pleno en los próximos días, bien, como es más probable, cuando vuelva del Senado y el Congreso tenga que superar con una nueva votación el veto de la Cámara Alta. Si Emiliano consigue atraerse a unos pocos, los demás harán como los borregos cuando ven que uno cambia de encina y busca la sombra de otra que parece mas tupida, les seguirán como lo que son: borregos. ¿Será fácil lograrlo? En absoluto. El poder no sólo tiene muchas zanahorias para comprar voluntades, sino también muchos palos con los que arrear a los desobedientes. Pero, en este PSOE donde Sánchez no tiene amigos, sino siervos, cuando algunos empiezan a insubordinarse, el riesgo de que cunda el ejemplo es bastante alto. Y, si huelen que el barco de Sánchez se hunde, tratarán todos de salvarse pasándose al buque de Page a poco que éste aparente más solidez, sobre todo si ven al timón a un tipo de rostro gatuno y pelo encanecido que se llama Felipe González.

QOSHE - Mar de fondo - Emilio Campmany
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Mar de fondo

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06.03.2024

La prensa sanchista nos cuenta que, a pesar del caso Koldo, la alianza que sostiene al Gobierno se mantiene sólida. ¡Vaya una sorpresa! A más debilidad del Gobierno, más rocosa será la voluntad de los partidos nacionalistas de sostenerlo porque mejor podrán exprimirlo. Su granítico respaldo a un Gobierno corrupto no se funda en ninguna lealtad a Sánchez, sino en la deslealtad a España. La degradación moral del Gobierno, por ser precisamente el nuestro, es para los independentistas una razón más para apuntalarlo. Por lo tanto, quienes pueden derribar al Gobierno no son los partidos de la alianza. Ni los de la oposición, que no tienen diputados suficientes. Si acaso, lo harán los socialistas. Y no por salvar a España, ni por exigencias morales, sino por instinto de supervivencia, para evitar verse abocados a atravesar durante........

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