Mariposas en el estómago. Ignoro lo que se siente, porque me dan grima los insectos. E imaginármelos en la barriga me produce una sensación del todo incompatible con el amor. El flechazo atraviesa de una forma diferente cada piel. Hay quien enloquece de puro romanticismo, hay quien va silbando por las calles, hay quien pierde la noción del tiempo y el espacio, y vive en una especie de limbo, en un descuido infinito. Yo soy de los últimos. La última vez que me enamoré, en medio del despiste, empotré mi coche contra una señal de tráfico. Lo malo es que estaba enamorado del coche.

Mi amigo Luis Livingstone firmó hace años una canción sobre las precauciones en el amor: "nunca des tu corazón a un idiota / si no quieres verlo roto otra vez". Esa es la historia política de la España de la última década. Por lo demás, tengo para mí que los aspavientos y excesos públicos en el asunto de los amoríos casi siempre anticipan una ruptura o anuncian una crisis. Ni por un instante quiero insinuar que sea esto lo que le ocurre a Pedro con su mujer, pero tal vez sí con su Gobierno.

Pedro dice que está enamorado de Begoña. Se lo ha dicho a toda España, como quien se viene arriba en una noche de copas, y cuelga una sábana en un puente de la autopista con un "Mari Puri, te quiero". Pancartas que siempre conducen a la melancolía. Desde hace muchos años, cerca de mi casa hay una pintada que dice "Te quiero para toda la vida, Tere. Firmado: Paco". Pero Tere no quería, por lo visto. Y ahí está la pintada año tras año, casi borrada por el tiempo y la lluvia. Y siempre al verla pienso en lo mucho que tiene que joderle a Paco pasar por delante y recordar que Tere está en las Bahamas con un mulato, y él eternamente ennoviado con Dolores, que es más fea que pegarle a un padre.

La exhibición pública del amor es asunto delicado. Ahora las redes sociales lo han normalizado, pero es una práctica de riesgo, y un charco resbaladizo hacia la cursilería. Todos conocemos a alguna chica que se tatuó "Manolo" y unos corazones en la espalda años atrás, y ahora, como Manolo resultó ser un idiota, se pasa la vida en Tinder buscando manolos, que no es cosa de estar con Pedro o José y llevar publicidad de Manolo en la chepa. Pedro se ha tatuado el nombre de Begoña en una carta abierta, y ahora toda España tiene dudas de si la carta la ha escrito él o su mujer, y en asuntos de faldas la sombra de la sospecha pública es peor que cualquier certeza privada.

El amor está bien, supongo. Todos pueden alcanzarlo en alguna ocasión, incluso los miembros del Gobierno. Los políticos son personas. Sánchez no ha dado muchas muestras de ello hasta ahora, pero quizá también él pertenezca al género humano. Está muy triste porque los columnistas nos metemos con él. No sé si se acuerda de que es, de momento, el presidente del Gobierno, y que la principal función de la prensa es meterle el dedo en el ojo al poder. Para hacer masajes ya tiene suficientes plumillas adictos.

Por otra parte, intuyo por sus palabras que cree que es el primer político enamorado de su mujer. En realidad, casi todos lo están, o de la suya o de la de otro, pero casi todos lo están. Y esto que le está pasando a él, que su esposa se meta en problemas de corruptelas, le ha ocurrido antes a muchos otros. Trata de llevarlo al terreno personal, y lo utiliza como excusa para el show de esta semana, pero lo cierto es que todo lo que estamos haciendo es pedir explicaciones por la sospechosa actividad de Begoña, no por su historia de amor con ella, que nos parece tan conmovedora como irrelevante desde el punto de vista de la responsabilidad política.

Confío, en fin, en que el amor del presidente sea más sincero que sus compromisos políticos inquebrantables. Con todo, aún albergo ciertas dudas sobre si Pedro está enamorado. A esta hora, lo único seguro es que Begoña tiene toda la pinta de estar enmarronada.

QOSHE - El amor - Itxu Díaz
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El amor

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27.04.2024

Mariposas en el estómago. Ignoro lo que se siente, porque me dan grima los insectos. E imaginármelos en la barriga me produce una sensación del todo incompatible con el amor. El flechazo atraviesa de una forma diferente cada piel. Hay quien enloquece de puro romanticismo, hay quien va silbando por las calles, hay quien pierde la noción del tiempo y el espacio, y vive en una especie de limbo, en un descuido infinito. Yo soy de los últimos. La última vez que me enamoré, en medio del despiste, empotré mi coche contra una señal de tráfico. Lo malo es que estaba enamorado del coche.

Mi amigo Luis Livingstone firmó hace años una canción sobre las precauciones en el amor: "nunca des tu corazón a un idiota / si no quieres verlo roto otra vez". Esa es la historia política de la España de la última década. Por lo demás, tengo para mí que los aspavientos y excesos públicos en el asunto de los amoríos casi siempre anticipan una ruptura o anuncian una crisis. Ni........

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