Sánchez celebra su particular Halloween. Primero ha estado compartiendo dátiles y sonrisas con Mohamed bin Salmán, tal vez buscando asesoramiento sobre cómo descuartizar periodistas con una motosierra, graciosa costumbre saudí recientemente practicada con el columnista del Post Jamal Khashoggi. Al término de tan fructífera cumbre, ha volado a España, se ha vestido de carnicero, ha puesto su mejor cara de afligido y se ha dado un baño de calaveras en el Valle de los Caídos. Supongo que, por seguir con el rollo, terminó la farra con unos bloody marys en el bar del tanatorio de la M-40.

Cuenta Nuria Richart que, para rodar la escenita lovecraftiana, se ha traído a forenses que no pisaban el lugar desde comienzos de año. Gran gesto del presidente. Visitar el Valle en esta época es un primor. Aunque tratándose de Sánchez, ni siquiera serán forenses, sino actores secundarios, o militantes de la Agrupación Socialista de La Gomera. Para redondear su corto gore, se ha sacado un montón de fotos con los morros en pucherito, contemplando con tristeza lo que creía que eran restos de víctimas de Franco; lástima que también cuenta Nuria que no, que el osario era del bando nacional. Todo le sale mal.

La adicción del presidente a la necrofilia cobra más sentido que nunca tras el Caso Begoña. Sánchez es a todas luces un cadáver político, y lo será sin remedio durante lo que resta de legislatura, que será poco. Su figura, tan lúgubre, se aproxima cada vez más a la de aquel Zapatero crepuscular, cuya fama de gafe hacía temblar a sus homólogos cada vez que amenazaba con visitarlos. Hoy al paso de Sánchez se secan los jardines, se caen los puentes y enmudecen los jilgueros. Todo lo que toca se vuelve árido, estéril, o enmohecido.

Antes de su festín carroñero, en sus vacaciones por Oriente Medio, dedicó todos sus esfuerzos a alinearse con el terrorismo palestino e insultar a los judíos. Otra de esas estrategias win-win, como decimos ahora los gilipollas, que sitúa de nuevo a España como el mejor aliado de dictaduras, asesinos, yihadistas y otros seres adorables; y como el enemigo del Occidente libre y civilizado.

El príncipe saudí se mostró feliz con el reposicionamiento del Gobierno español sobre lo de Gaza. Para disimular, Sánchez llevó a Catar un montón de empresarios con intereses en el país, no sabemos si con carta de recomendación de Begoña o sin ella. Sea como sea, lo lamento por ellos y por sus negocios. Ir con Sánchez a algún sitio es asegurarse la ruina, y comprar boletos para aparecer más pronto que tarde en los papeles en medio de alguna turbia corruptela bajo investigación policial.

Las imágenes de estos dos actos oficiales, difundidas por el Gobierno, dan miedo, y no solo por el primer plano de la ensalada de cráneos con el presidente detrás con media sonrisa, fingiendo que atiende a las explicaciones de una forense que a su vez sostiene una calavera en enigmático gesto shakespeariano. Dan cierto escalofrío porque al personaje se le está yendo de las manos su propia avería. Por supuesto, nada le ha salido bien: ni la foto de las carcajadas descacharrantes con Mohamed bin Salmán, ni la del descomunal cabezazo que se marca en el saludo al príncipe solo porque no es de la Familia Real española, ni la sonrisita vestido de carnicero del extrarradio, ni el intento de fingir profundísimo dolor ante huesos que él suponía republicanos y le salieron rana. Todo está mal ahí, empezando por él.

Lo prueba el hecho de que ya no nos sale decirle que deje en paz a los muertos, que el Valle no sirve para enterrar el Caso Begoña, o que está haciendo un daño difícilmente reparable a la imagen internacional de España. Nada de eso. Yo lo veo, con las pupilas del diámetro de la deuda pública española, el rigor mortis en la faz, caminando cual androide, y disfrutón, como es él, cuando se trata de remover fémures y peronés, y confieso que solo me sale decir: cuídate un poco, chico.

QOSHE - Ensalada de cráneos - Itxu Díaz
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Ensalada de cráneos

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06.04.2024

Sánchez celebra su particular Halloween. Primero ha estado compartiendo dátiles y sonrisas con Mohamed bin Salmán, tal vez buscando asesoramiento sobre cómo descuartizar periodistas con una motosierra, graciosa costumbre saudí recientemente practicada con el columnista del Post Jamal Khashoggi. Al término de tan fructífera cumbre, ha volado a España, se ha vestido de carnicero, ha puesto su mejor cara de afligido y se ha dado un baño de calaveras en el Valle de los Caídos. Supongo que, por seguir con el rollo, terminó la farra con unos bloody marys en el bar del tanatorio de la M-40.

Cuenta Nuria Richart que, para rodar la escenita lovecraftiana, se ha traído a forenses que no pisaban el lugar desde comienzos de año. Gran gesto del presidente. Visitar el Valle en esta época es un primor. Aunque tratándose de Sánchez, ni siquiera serán forenses, sino actores secundarios, o militantes de la Agrupación Socialista de La Gomera. Para redondear su corto gore, se ha........

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