Hubo un tiempo en que el parlamentarismo no estaba reñido con el ingenio. Cuentan que una vez, en los años 30, bajo la presidencia de las Cortes de Julián Besteiro, un diputado perteneciente a una minoría discurseaba con gran brío sobre cómo resolvería todos los asuntos nacionales si alguna vez llegase a ser ministro. Besteiro, sabedor de que desde su posición minoritaria no tenía opciones de llegar al Gobierno, le asestó: "Lo que su señoría está diciendo me recuerda a un librito que compré en una librería de lance y que se titulaba Relación de milagros que habría realizado san Antonio de Padua si hubiera desembarcado en Lisboa".

Me acordé de la anécdota al escuchar a la candidata del BNG proclamar triunfante todo lo que hará cuando gane las elecciones, incluida la promesa de bajar el IVA de los alimentos, tan creíble como su supuesta moderación ideológica. En tiempos de Besteiro tal vez era más fácil aventurarse a ironizar así ante un minoritario. Ahora ya no puedes descartar a nadie. Desde Zapatero, a las izquierdas les vale todo con tal de sumar, podrían intentar pactar hasta con los ujieres del Congreso, y eso convierte a la nacionalista Pontón en una pequeña amenaza para la libertad en Galicia, aunque cueste creerse el vigor que le conceden las encuestas a un partido en feliz desmovilización desde hace tiempo.

Quien sí ha podido hacer, durante estos años, los milagros de San Antonio de Padua y no lo ha hecho es su socio Pedro Sánchez. Tal vez el BNG podía proponer a su media naranja social-comunista bajadas de impuestos en todo el territorio nacional, y así tal vez nos creyéramos la verborrea populista de las promesas electorales para pescar votos de incautos.

Sánchez no solo no ha bajado los impuestos, sino que ha apretado una y otra vez la soga sobre el cuello del contribuyente, a fin de pagarse la orgía burocrática que está levantando alrededor de su Gobierno, que por lo visto aún quedan muchos por colocar; dicho sea en estrictos términos laborales, y no en la acepción tiernogalvánica o titobérnica.

Esta semana hemos sabido que el Gobierno social-comunista ha disparado los impuestos un 50% en cuatro años, siendo el país de la OCDE donde más sube la presión fiscal. Las arcas del Estado están engordando como elefante africano, mientras las de las familias están adelgazando como si practicaran ayuno fijo-discontinuo severo. Esta es la felicidad máxima socialista. El ideal soñado por comunistas y lo que sean los de Sánchez, cada día también más comunistas. Esto es lo que nunca confiesan en las campañas electorales. La realidad del monstruo devorador de una ideología incapaz de respirar sin el latrocinio. Esto es el socialismo fetén: la hambruna de los individuos y la obesidad mórbida del sistema.

Y podría usted pensar que este flamante liderazgo de España en la OCDE en materia de sablazos marcará al menos un punto de inflexión, que la sanguijuela del Consejo de Ministros levantará el pie recaudador del acelerador. Nada más lejos que Sebastopol, que decían Martes y 13. Como la fusión PSOE-Sumar es una picadora de carne, pero de carne de las clases medias, ahora Yolanda está que se muere por una reforma del IRPF que grave salvajemente los rendimientos de capital.

Como siempre, la idea es contra el dinero de los directivos, pero la realidad es que esto, que afectaría por ejemplo a las cuentas de ahorro, lo pagarán como siempre las rentas medias, a las que para colmo la Hacienda de María Jesús Montero acaba de volver a dejar fuera de las rebajas del IRPF que sí ha aplicado a las rentas bajas. ¿Ocho millones de contribuyentes de clase media trabajadora? Para Sánchez son ocho millones de pagafantas.

Sigue vigente, en fin, la vieja sentencia que hace algunos años firmó el genial P. J. O’Rourke: "La buena noticia es que, según la administración Obama, los ricos pagarán todo. La mala noticia es que, según la administración Obama, tú eres rico".

Ya a la venta el nuevo libro de Itxu Díaz:

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Ni San Antonio de Padua arregla esto

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10.02.2024

Hubo un tiempo en que el parlamentarismo no estaba reñido con el ingenio. Cuentan que una vez, en los años 30, bajo la presidencia de las Cortes de Julián Besteiro, un diputado perteneciente a una minoría discurseaba con gran brío sobre cómo resolvería todos los asuntos nacionales si alguna vez llegase a ser ministro. Besteiro, sabedor de que desde su posición minoritaria no tenía opciones de llegar al Gobierno, le asestó: "Lo que su señoría está diciendo me recuerda a un librito que compré en una librería de lance y que se titulaba Relación de milagros que habría realizado san Antonio de Padua si hubiera desembarcado en Lisboa".

Me acordé de la anécdota al escuchar a la candidata del BNG proclamar triunfante todo lo que hará cuando gane las elecciones, incluida la promesa de bajar el IVA de los alimentos, tan creíble como su supuesta moderación ideológica. En tiempos de Besteiro tal vez era más fácil aventurarse a ironizar así ante un minoritario. Ahora ya no puedes descartar a nadie. Desde........

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