El nacionalismo es ingrato porque es mentira. Solo sobrevive en la decepción, enganchado como una sanguijuela al dinero de otros. Solo respira en el odio. No existe en España ningún nacionalismo que no esté enfocado a llenar la nevera, y, a ser posible, de marisco. La hilera de cargos, instituciones, y corrupciones es interminable. La independencia es, a veces, una bravuconada, y otras, una tierra prometida a la que nadie quiere llegar. Con una verdadera independencia lograda, a cualquier nacionalismo le saldrían varios nacionalismos dentro y lo devorarían. El proceso seguiría así hasta el infinito. Eso por no hablar de sobrevivir a su propia quiebra sin ayuda. El nacionalismo es un farol, y más que ningún otro, el nacionalismo catalán, una broma que no tiene gracia, un chiste butifarresco interminable.

Pero, además, hay algo indudablemente patológico en el ombliguismo del nacionalismo catalán. De nuevo, y no sé cuántos años llevamos así, han vuelto a lograr que solo se hable de lo suyo, y de su victimismo. Cada día se parecen más al Barsa. El golpe, la amnistía, el saqueo al traidor maniatado Sánchez, el catalán, y vuelta a empezar. Es como el amigo odioso que todos tenemos, al que da igual lo que le cuentes, que siempre te interrumpe porque a él también le ocurrió, y mil veces, y más fuerte, y más gracioso.

Cataluña es importante, supongo. Tengo un puñado de buenos amigos allí, y muchos de mis artistas favoritos nacieron en esa región. Sin embargo, representa solo un modesto rincón de España en su conjunto. Por lo demás, por poner las cosas en contexto, Murcia, Asturias o Extremadura también tienen problemas. A menudo mucho más interesantes que los del onanismo catalán, sus batallitas, sus rencorcillos, sus fábulas con pretensión histórica, y sus cobardías marca de la casa. Que dan un golpe de Estado, se lo paran, les sale todo mal, se entregan al macarrismo callejero, y ahora quieren que el Papá Gobierno les amnistíe porque les da miedo la oscuridad de la celda. ¿No podían haberlo pensado antes de empezar a patear policías, asediar edificios públicos, incendiar las calles, y practicar todo este terrorismo con perspectiva de género y exquisito respeto a los derechos humanos? No. Nunca lo piensan antes, porque el nacionalismo catalán es el niño mimado e inmaduro de España. Niño, ya crecido, que nos tiene cansados a la mayoría de españoles, hartos ya de abrir la prensa y que todo lo que aparezca día tras día sea que a tal o cual dirigente nacionalista se le ha fracturado una uña mientras pintaba una señera.

La anomalía autonomista de España es la culpable de la desigualdad de los ciudadanos ante la ley. Porque, si bien no lo era en origen, en el texto constitucional, ha resultado el caldo de cultivo ideal para que pesados, chorizos y tarados roben todo el protagonismo y el dinero al resto de los españoles, con sus pataletas de boina bien enroscada, hasta el punto de que ahora incluso los asturianos, los canarios, o los aragoneses pretenden reivindicar lengua propia, para ver si alguien en La Moncloa les hace caso más allá de los días de campaña electoral.

Ninguno de los principales partidos se atreve a abrir el melón de las autonomías, porque son una herramienta de colocación bastante útil cuando pierdes el Gobierno de España. Pero la prohibición del abuso autonómico sería lo único interesante que hablar con los nacionalistas. Basta de privilegios. Es posible amar intensamente la diversidad regional de España y despreciar el nacionalismo, y denunciar la desigualdad que sufre un ciudadano cualquiera sobre otro por nacer en una comunidad autónoma con lengua propia o no. No solo es posible, sino que es lo correcto.

En cuanto a los lloriqueos de secesionistas, etarras, y otros animales, un inmenso bostezo, y los mejores deseos de que les siente bien el pijama de rayas. En medio de esta inmensa claudicación socialista, unos y otros podrán chorizar al Gobierno lo que sea, porque estamos gobernados por cenutrios, pero lo que no van a conseguir nunca es dejar de ser unos paletos, dejar de ser el hazmerreír de España.

Sánchez es malo pero cobarde. Si solamente fuera malo, podría divertirse bastante llevando al peor puerto la negociación con este puñado de histéricas. Y, aunque él no lo sabe porque tiene la inteligencia justa para subirse al Falcon sin tropezar, por una vez, incluso siendo malo, le habríamos apoyado sin demasiado rencor. Solo por el placer de repetir el meme de la republiqueta sí, la republiqueta ya no en el contexto de la ley de amnistía.

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Sobredosis de boinas

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27.01.2024

El nacionalismo es ingrato porque es mentira. Solo sobrevive en la decepción, enganchado como una sanguijuela al dinero de otros. Solo respira en el odio. No existe en España ningún nacionalismo que no esté enfocado a llenar la nevera, y, a ser posible, de marisco. La hilera de cargos, instituciones, y corrupciones es interminable. La independencia es, a veces, una bravuconada, y otras, una tierra prometida a la que nadie quiere llegar. Con una verdadera independencia lograda, a cualquier nacionalismo le saldrían varios nacionalismos dentro y lo devorarían. El proceso seguiría así hasta el infinito. Eso por no hablar de sobrevivir a su propia quiebra sin ayuda. El nacionalismo es un farol, y más que ningún otro, el nacionalismo catalán, una broma que no tiene gracia, un chiste butifarresco interminable.

Pero, además, hay algo indudablemente patológico en el ombliguismo del nacionalismo catalán. De nuevo, y no sé cuántos años llevamos así, han vuelto a lograr que solo se hable de lo suyo, y de su victimismo. Cada día se parecen más al Barsa. El golpe, la amnistía, el saqueo al traidor maniatado Sánchez, el catalán, y vuelta a empezar. Es como el amigo........

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