Sánchez, cristiano viejo, sigue el mandato evangélico sobre la caridad: que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda. Lo ha vuelto a demostrar en la votación del pasado miércoles. Su mano derecha, sus propios diputados, no tenían ni idea de los términos de la negociación de su mano izquierda, Junts. Votaron a ciegas a las órdenes del jefe. Podrían haber dado el sí a que les extirpasen los testículos sin anestesia, pero da igual, porque lo importante es el partido, lo importante es el poder.

Los partidos en España son una secta. Antes de Zapatero, hubo algún momento en el que parecía que esa tendencia totalitaria se resquebrajaba, pero duró poco. Con el presidente por accidente del 13-M, la polarización se volvió extrema en toda la nación, obligando a los dos principales partidos a obtener mayorías cerradas y compactas para poder gobernar; lo que significa, según la ecuación parlamentaria de España, que la derecha solo podrá gobernar con mayoría absoluta, y que el PSOE se avendrá siempre a pactar con el diablo para tocar moqueta.

No es casualidad que muchos de los ministros y altos cargos de Sánchez presentes y pasados sean una multirracial colección de inútiles, que antes de caer en el coche oficial jamás habían soñado con tener un trabajo fuera del partido; si bien con Sánchez tampoco hay diferencia entre trabajar para el partido o hacerlo para el Gobierno. Y no es casualidad porque, que se engañe quien quiera, la política española en las presentes legislaturas sanchistas es solo una oportunidad laboral para casos imposibles, un instrumento de poder y privilegio, donde lo único que importa es el beneficio propio, y no hay ni rastro de vocación de servicio público, ni mucho menos preocupación alguna por el bien común.

Se equivoca a menudo la oposición tratando de debatir limpiamente con el Gobierno sobre todo tipo de controversias políticas concretas, como si hubiera otra cosa más allá que esa estructura de poder socialista, que esa empresa de colocación laboral de Ferraz. El voto a ciegas del miércoles es solo la alegoría perfecta de esta forma de gobierno: tendrás tu despacho, tu sueldo, tu cuota de pantalla, y yo tendré tu libertad, tu voto, tu palabra.

Hay todavía quien piensa que esa estructura de poder que es el PSOE de Sánchez puede acoger en su interior díscolos, o tipos con una cierta dignidad que se cansen de prostituirse en cada votación y alcen la voz o que, en un ataque de integridad sobrenatural, se vayan a su casa. En las filas de Feijóo aún quedan incorregibles creyentes en esa extraña herejía, la del diputado socialista honrado; no entienden que el término "diputado socialista" en 2024 lleva aparejada ya la deshonra de por vida, a cambio, eso sí, de un sueldo hoy, y tal vez de una jubilación más o menos dorada el día de mañana. Lo tienen asumido ellos mejor que los del PP.

También hay en la derecha política y mediática temblorosa quien aplaude los recientes quejíos de Page, lo prometo, después del espectáculo de cinismo de la investidura. El de Toledo no es ya ni político, ni dirigente, ni nada. Es solo una psicofonía, un efecto de sonido, un murmureo paranormal que, como el eco, aparece siempre después de alguna fechoría sanchista ya consumada con su silencio y su voto, para carraspear un poco, fruncir el ceño y, finalmente, no decir nada relevante. Page es como el bombero que llega dos días después de que el incendio este apagado y la casa haya quedado en ruinas, muy enérgico, muy preparado, muy profesional, muy serio: "buenos días, señora, ¿dónde está el fuego?". Al que la señora, con buen criterio, tras haber perdido casa y hacienda, le da su bienvenida: "caballero, vaya usted a la mierda".

Cuando Sánchez caiga por el sumidero del olvido, no quedará nada, y vendrán los que ahora votan a ciegas la traición a España a discursear patriotismos y cosas por el estilo, refundarán el PSOE, y alguno escenificará una nueva ruptura con el comunismo con toda desfachatez. Pero será tarde, y no habremos olvidado ninguno de sus nombres, de sus rostros, llevarán la invalidez parlamentaria de por vida, y si la derecha por una vez no mamonea con los complejos, serán extirpados de la teta pública, allá donde estén mamando en su retiro dorado, por muy escondidos que se encuentren en el inmenso y obeso organigrama de despilfarro del Estado. Su penitencia será la que más les puede doler: tendrán que ganarse la vida por su cuenta.

QOSHE - Votar a ciegas - Itxu Díaz
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Votar a ciegas

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13.01.2024

Sánchez, cristiano viejo, sigue el mandato evangélico sobre la caridad: que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda. Lo ha vuelto a demostrar en la votación del pasado miércoles. Su mano derecha, sus propios diputados, no tenían ni idea de los términos de la negociación de su mano izquierda, Junts. Votaron a ciegas a las órdenes del jefe. Podrían haber dado el sí a que les extirpasen los testículos sin anestesia, pero da igual, porque lo importante es el partido, lo importante es el poder.

Los partidos en España son una secta. Antes de Zapatero, hubo algún momento en el que parecía que esa tendencia totalitaria se resquebrajaba, pero duró poco. Con el presidente por accidente del 13-M, la polarización se volvió extrema en toda la nación, obligando a los dos principales partidos a obtener mayorías cerradas y compactas para poder gobernar; lo que significa, según la ecuación parlamentaria de España, que la derecha solo podrá gobernar con mayoría absoluta, y que el PSOE se avendrá siempre a pactar con el diablo para tocar moqueta.

No es casualidad que muchos de los ministros........

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