Primer parón vacacional del año, cortesía de un cristianismo que, en estos tiempos de tolerancia y concordia, aún es objeto de sorna en la plaza pública. Bienaventurados los feligreses caucásicos, tildados de carcas y retrógrados, y no arrojados a los leones del Coliseo para deleite de romanos. Abundan estos días las escenas de escandalosa devoción o silencio adorador por la geografía peninsular y el deporte patrio: el Caín español acude fiel a su cita con la envidia, disfrutando de las lágrimas andaluzas cuando la lluvia recluye al santo. La España ininteligible inicia la cuesta abajo del semestre, ansiando las largas tardes de sol naranja que trae el cambio de hora y un verano que asoma por el horizonte primaveral.

La comunidad perpetúa sus tradiciones mediante la transmisión, y como Dios manda, las televisiones y redes rebosan de imágenes religiosas durante estos días. Pero asoma un tufillo de exhibición en algunos pasos y procesiones como si se tratara de un espectáculo de Port Aventura, de adoración al becerro de oro del judío errante por el desierto. La fiesta se propaga en los smartphone y uno tiene la sensación de que el reclamo turístico ha dejado de ser una consecuencia deseable para convertirse en objeto principal, con tintes fariseos del que reza diciendo "gracias, Señor, porque no soy como ellos". Procesiones llenas, iglesias vacías. La hipérbole no alcanza a consumar, pero se palpa una pérdida de significado y divinidad. Y sin ellos, la Semana Santa es tan sólo un sobrio y estético carnaval. Así uno entiende, por mucho trabajo y ensayo que haya detrás, las ansias de sacar ciertos pasos a la calle pese al parte meteorológico. La fe como fin y no como camino, reducida a un ídolo de madera al aire libre. No sorprende encontrar cada vez más creyentes que aprecian las procesiones, pero aceptan con tranquilidad que las lluvias las cancelen, y heroinómanos del postureo llorando por las esquinas de las redes sociales al quedarse sin la virgen, el nazareno y su "tarde de copas".

Hace unas semanas, la parroquia madrileña de Maldonado emitía el documental "Libres" (2023). La cinta se adentra en los monasterios de clausura para entender qué lleva a alguien, en el siglo de la felicidad a golpe de clic, a renunciar a ella para pasar el resto de su vida entre cuatro paredes. Una vida oculta y plena, en contraste con el desmedido afán de exhibición y vacío actual. Hablaba un abad sobre la familia de Nazaret y recordaba, cuando le preguntaban por el poco brillo de la vida monacal, que el hijo de Dios, sabiendo su condición, pasó 30 años de vulgar anonimato, dedicándose a las tareas más banales que sus padres le podían encomendar. Los monasterios siguen los pasos de esos primeros 30 años. Son el pulmón verde de la fe: igual que los parques en las junglas de asfalto, perduran para alimentar al espiritualmente necesitado mediante el ejemplo y el silencio.

La fe tampoco escapa a la dictadura de unas redes que tienen el poder de convertir en morbo y escaparate todo lo que tocan. Y cala la sensación de que mucha fe de estos días se confunde con sentimentalismo, dopamina e idolatría. Cuando salía de la proyección, recordaba las palabras del abad y ese capítulo del evangelio de San Mateo que habla sobre la limosna, la oración, el ayuno y sus formas. "Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha (…). Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vean los hombres. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará". Siempre está uno a tiempo de escapar del morbo, el escaparate y la pornografía espiritual, pero no será porque Moisés descienda de la montaña tablas de la ley en mano. Feliz Semana Santa y que el Padre, que ve en lo secreto, se lo recompense.

QOSHE - La fe del escaparate: ¿Semana Santa o Carnaval? - Juan Cermeño
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La fe del escaparate: ¿Semana Santa o Carnaval?

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30.03.2024

Primer parón vacacional del año, cortesía de un cristianismo que, en estos tiempos de tolerancia y concordia, aún es objeto de sorna en la plaza pública. Bienaventurados los feligreses caucásicos, tildados de carcas y retrógrados, y no arrojados a los leones del Coliseo para deleite de romanos. Abundan estos días las escenas de escandalosa devoción o silencio adorador por la geografía peninsular y el deporte patrio: el Caín español acude fiel a su cita con la envidia, disfrutando de las lágrimas andaluzas cuando la lluvia recluye al santo. La España ininteligible inicia la cuesta abajo del semestre, ansiando las largas tardes de sol naranja que trae el cambio de hora y un verano que asoma por el horizonte primaveral.

La comunidad perpetúa sus tradiciones mediante la transmisión, y como Dios manda, las televisiones y redes rebosan de imágenes religiosas durante estos días. Pero asoma un tufillo de exhibición en algunos pasos y procesiones como si se tratara de un........

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