No resulta complicado notar en los últimos tiempos un incremento importante de angustia existencial e incluso miedo entre personas de bien, formadas, instruidas y desde luego nada extremas en sus posiciones y pensamientos.

La incertidumbre nos embriaga entre el aparente bienestar, hay confusión de confusiones y por eso parece lógico y razonable intentar encontrar claves interpretativas en las fuentes históricas y también entre autores acreditados. En esta tarea, decidí recuperar el delicioso librito que Stefan Zweig dedicó a Michel de Montaigne antes de suicidarse. No sé si se trata de un documento trágico o más bien una lección sobre el pasado, presente y porvenir de nuestras sociedades.

El vienés identificó en el humanista francés no pocos argumentos que, en cierto modo, explicaban su situación de exilio y le ayudaban a entender el avance de una sociedad gregaria, decadente y también degradante durante el siglo XX. Nos advierte, en resumen, de la destrucción que provoca el fanatismo cuando alcanza el poder, dejando entrever aquello que luego enunciaría Solzhenitsyn, la pérdida de la sensación de peligro, porque efectivamente, en ocasiones no somos conscientes ni alcanzamos a ver las consecuencias de este fenómeno.

El mundo libre nunca ha estado al margen de amenazas y fanatismos, como bien sabemos. Cierto es que nos hemos acostumbrado a considerar esas amenazas y fanatismos como algo exterior, lejano y ajeno a nuestra realidad. Por eso, como hizo Zweig apoyándose en Montaigne, deberíamos preguntarnos si seguimos en situación de comodidad o, en cambio, estamos ya expuestos a nuevas sectas triunfantes.

Creo que más bien lo segundo, y que la primera tarea sería identificarlas. No es tarea sencilla porque el poder organizado ya se ha apresurado a realizar esta labor, advirtiéndonos del peligro que supone la denominada ultraderecha para nuestras vidas y democracias. La desconfianza legítima nos hace preguntarnos sin embargo si la situación no es en verdad inversa, es decir, que son las amenazas quienes señalan a quienes les desvelan y les tratan además como fanatismo.

Si uno interacciona en el mercado de la opinión pública actual sin las herramientas ni conocimientos adecuados, digamos que estará vencido de la parte del discurso oficial y, como mucho, le resultará ciertamente confuso identificar las verdaderas amenazas y fanatismos.

Esto seguramente explica que la primera de todas las sectas triunfantes sea la secta del control de la opinión pública, porque condiciona obviamente todo lo demás, tal y como nos enseñó Habermas en su obra Historia y crítica de la opinión pública. En efecto, la homogeneización de los mensajes y el arrinconamiento en las teorías conspirativas ante cualquier duda o cuestionamiento, también los esfuerzos que se dedican a combatir cualquier fuente de opinión discrepante, por sí mismo resulta esclarecedor respecto del momento que vivimos. Mientras escribo estas líneas, los mandatarios millonarios del Foro de Davos nos dicen que el peor riesgo que afrontan nuestras sociedades es la desinformación y la polarización, que ponen en riesgo los objetivos y medidas de esa agenda por todos reconocida.

Luego tenemos la secta de la ecología, que no es ni mucho menos nueva, pero hoy es hegemónica entre la mayoría de países occidentales, pues deciden y condicionan la práctica totalidad de publicaciones en los boletines oficiales. Los cofrades del fin del mundo nos proponen asumir voluntariamente un empobrecimiento que no afecta a ellos, nos llevan a comer insectos, renunciar progresivamente al fundamento mismo de la civilización, la agricultura y la ganadería, y aceptan la descarga de vida en la tierra como un bien.

Avanza en paralelo, y de qué manera, la secta del laicismo, que encamina el vaciamiento espiritual de los ciudadanos para un mejor apuntalamiento del Dios-Estado, mostrándose implacable, eso sí, sólo con una confesión y no tanto con otra, que está además en claro ascenso. Cualquier desgraciado acontecimiento en Gaza nutre horas de información mientras que prácticamente nadie dice ya nada de las fechorías en Nigeria o Nagorno Karabaj.

Y luego está la secta del feminismo o la igualdad de género, que comparte espacio con la secta del lenguaje y también otras perversidades e ideologías de segundo nivel, que campan igualmente a sus anchas sin dificultad ni resistencia. Es imposible apreciar lo que sucede cotidianamente a nuestro alrededor a este respecto y no recordar las enseñanzas de Viktor Klemperer o León Poliavok en cuanto al uso del lenguaje en el camino hacia el totalitarismo o el origen de las persecuciones.

Sea como fuere, estas sectas tienen, todas ellas, una militancia activísima, enfurecida ante cualquier mínimo cuestionamiento, y un objetivo evidente: aumentar las grietas ya presentes en Europa, desestabilizar sus cimientos, asentados un día en la herencia judeocristiana, en Grecia, Roma y Jerusalén. De ahí la angustia y el vértigo que citábamos al principio, porque lo que a todas luces parece evidente es que estamos en el proceso de sustitución de todo aquello que hizo surgir, no sólo el Renacimiento, sino también la Ilustración, y por supuesto el régimen de libertades que hemos conocido.

En efecto, las nuevas sectas triunfantes apuntan a revolucionar sin advertir de las consecuencias a quienes van a padecerlas, y por supuesto a extinguir la memoria de lo antiguo. Lo que somos o hemos sido, y esto es precisamente lo que impide el optimismo y la confianza en el futuro. Y por eso es encomiable y desproporcionado el esfuerzo que hay que hacer para mantener la independencia, la libertad o la honradez, y no sólo ya la intelectual, en estos momentos de delirio y gregarismo, el mismo que denunció en su momento el propio Nietzsche, ese alemán que tan bien conocía a los alemanes y tan mal pensaba de ellos.

QOSHE - Las nuevas sectas triunfantes - Juan Gutiérrez Alonso
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Las nuevas sectas triunfantes

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19.01.2024

No resulta complicado notar en los últimos tiempos un incremento importante de angustia existencial e incluso miedo entre personas de bien, formadas, instruidas y desde luego nada extremas en sus posiciones y pensamientos.

La incertidumbre nos embriaga entre el aparente bienestar, hay confusión de confusiones y por eso parece lógico y razonable intentar encontrar claves interpretativas en las fuentes históricas y también entre autores acreditados. En esta tarea, decidí recuperar el delicioso librito que Stefan Zweig dedicó a Michel de Montaigne antes de suicidarse. No sé si se trata de un documento trágico o más bien una lección sobre el pasado, presente y porvenir de nuestras sociedades.

El vienés identificó en el humanista francés no pocos argumentos que, en cierto modo, explicaban su situación de exilio y le ayudaban a entender el avance de una sociedad gregaria, decadente y también degradante durante el siglo XX. Nos advierte, en resumen, de la destrucción que provoca el fanatismo cuando alcanza el poder, dejando entrever aquello que luego enunciaría Solzhenitsyn, la pérdida de la sensación de peligro, porque efectivamente, en ocasiones no somos conscientes ni alcanzamos a ver las consecuencias de este fenómeno.

El mundo libre nunca ha estado al margen de amenazas y fanatismos, como bien sabemos. Cierto es que nos hemos acostumbrado a considerar esas amenazas y fanatismos como algo exterior, lejano y ajeno a nuestra realidad. Por eso,........

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