La primera cosa que se aprende en el colegio es que uno puede salir airoso de cualquier disputa, puede incluso ganarla en un contragolpe milagroso, mentando rápidamente a la madre del contrincante. Yo una vez me libré de salir a la pizarra diciéndole al profesor precisamente eso: "Tu madre". Y tanto me libré que no tuve ni que volver por allí durante siete hermosos días, con sus hermosas noches también. La segunda cosa que se aprende, a veces demasiado tarde, es que basta recurrir a eso —al "tu madre"— para perder la discusión irremediablemente. Se trata de una de las tantas fronteras invisibles que marcan el paso a la edad adulta: el momento en el que a uno se le comienza a exigir ingenio y capacidad argumentativa hasta para salir vivo del recreo.

Lo mismo aplica para el "y tú más", quizá la joya retórica más querida y utilizada por todos los que en alguna ocasión hemos sido niños. Yo recuerdo la vez en que dejó de servirme, una tarde gris y repentina, como de misa funeral. Recuerdo mi consternación al comprobar la reacción del público, ese jurado ruidoso capaz de hundirte en el infierno a base de murmullos de desaprobación. Y también el periodo de reflexión que se abrió unos segundos después, al estilo de aquellos tenistas que han encontrado la horma de su zapato y que se reúnen con su equipo el día siguiente de haber perdido una final. Descubrí lo evidente: que recurrir al "y tú más" era reconocer el delito. Y que existe un halo de tristeza indescriptible que recubre a quien se esfuerza tanto por perder tan sólo un poco menos que el de enfrente, porque sabe que ya no puede ganar.

Así las cosas, no es de extrañar que el Congreso de los Diputados se haya convertido en un lugar tan deprimente. Tiene algo de sintomático que la sede parlamentaria del país se parezca a un aula de sexto de primaria. Y que los políticos cada vez compitan menos por elevarse por encima del contendiente y más por enfangarse junto a él. Pero la evolución se vuelve todavía más preocupante en el momento en el que ni el "y tú más" parece suficiente. Cuando comienza a bastar con un cutrísimo "aunque menos, tú también".

De todos los momentos surrealistas que tendremos que jurar haber presenciado para que nos crean nuestros nietos, es difícil no quedarse con la performance de la cúpula sanchista ayer. "Ministra, ¿qué opina de que el exministro Ábalos aparezca como posible intermediario de una trama corrupta en una investigación de la Guardia Civil?". "Opino que tanto el señor Tellado como el señor Feijóo tienen muchas preguntas que responder". Y es verdad que el señor Feijóo y el señor Tellado, caras visibles de la Oposición, tenían más de una pregunta que responder: ¿Por qué extraña casualidad un asesor del Gobierno, sabiéndose investigado, deslizó sus nombres como quien no quiere la cosa y habló de una futura reunión comprometedora con ellos también? ¿Por qué los investigadores, después de seguir ese rastro durante semanas, no lo pudieron corroborar? ¿Qué educación ha recibido el señor Tellado, que dejó tirado al pobre Koldo el día de la supuesta cita y se fue al Congreso a trabajar? En los desesperados esfuerzos del Gobierno por ensuciar al PP con las salpicaduras del barro que va dejando al caminar hay una lectura terrible: que piense que una sola gota de esa mugre habría bastado para sepultarlos al mismo nivel.

QOSHE - "Y tú menos" - Luis Herrero Goldáraz
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"Y tú menos"

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01.03.2024

La primera cosa que se aprende en el colegio es que uno puede salir airoso de cualquier disputa, puede incluso ganarla en un contragolpe milagroso, mentando rápidamente a la madre del contrincante. Yo una vez me libré de salir a la pizarra diciéndole al profesor precisamente eso: "Tu madre". Y tanto me libré que no tuve ni que volver por allí durante siete hermosos días, con sus hermosas noches también. La segunda cosa que se aprende, a veces demasiado tarde, es que basta recurrir a eso —al "tu madre"— para perder la discusión irremediablemente. Se trata de una de las tantas fronteras invisibles que marcan el paso a la edad adulta: el momento en el que a uno se le comienza a exigir ingenio y capacidad argumentativa hasta para salir vivo del recreo.

Lo mismo aplica para el "y tú más", quizá la joya retórica más querida y utilizada........

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