En la jerga astronómica se puede definir un agujero negro como: “Una región finita del espa-cio descrita en las ecuaciones de Einstein, cuyo interior posee una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que, salvo por un de-terminado tipo de procesos cuánticos, ninguna partícula ni radiación —ni siquiera la luz— pueden escapar de él”. Es decir, se devora o trasforma todo lo que pasa cerca.

Hago esta anotación, para hacer analogía con la muy compleja situación energética que viene transitando Bolivia. La coyuntura que se avecina transformará muchas cosas en el país, desde lo económico, hasta lo social y lo político.

Se recibió, por varios años, una renta inusitada fruto de exportaciones de gas natural y de reservas descubiertas dos décadas atrás. Con esta renta fue posible importar diésel y subsi-diar —gasolina, gas licuado de petróleo (GLP), gas, electricidad— y generar recursos para varias instituciones del Estado, lo que les permitió gastar a manos llenas en obras sociales y en infinidad de proyectos, la mayoría políticos y sin sostenibilidad. Resumiendo, la elevada renta de las exportaciones de gas infló masivamente las arcas de diversas instituciones del Estado.

El agujero negro energético boliviano empezó con la aprobación de la Ley 3058 (2005) y la aprobación de un Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) plano de 32%, sin considerar que este era un primer freno a la exploración futura y que constituía un cambio en las reglas de juego y la seguridad jurídica. Luego vino la famosa nacionalización (2006) que nuevamente cambio las reglas de juego con la toma forzada de empresas, nuevas condiciones en contra-tos para exploración y dio a YPFB y ENDE casi la totalidad de las responsabilidades en la cade-na de abastecimiento de la energía. Comenzaba el Estado empresario energético.

Empero, desde el año 2013 se podía visualizar declinación en la producción de petróleo, gas y condensado a partir del 2015. Advertí que esto no impediría cumplir contratos de exportación de gas natural a Argentina y Brasil, sino tomábamos la decisión de generar incentivos para lograr nuevas inversiones en exploración. Nos respondieron con que había un mar de gas, que YPFB era la fuerza que movía Bolivia y que éramos el corazón exportador energético de América Latina. Que era un alarmista y pseudoanalista sin conocimiento. El tiempo me dio la razón y así llegamos donde estamos transitando de país exportador a importador de energía. Analicemos unas cifras con la mente fría.

De 2012 a 2015 las exportaciones de gas sumaron un promedio anual de 5.355 millones de dólares estadounidenses (MMUSD). En el otro, lado las importaciones, en el mismo periodo, fueron en promedio anual de 990 MMUSD Una balanza energética positiva promedio anual de 4,365 MMUSD.

Veamos este 2023 con precios internacionales más normalizados y proyecciones a fin de año. Nuestras exportaciones de gas llegarán a 2.112 MMUSD y nuestras importaciones a 2.530 MMUSD. Un déficit energético de 418 MMUSD y un subsidio aproximado de 1.468 MMUSD.

Esta tendencia ya es estructural. Proyectémonos a 2029, solo media década adelante. Con la declinación actual que tenemos, estaremos básicamente importando toda la gasolina y todo el diésel (o tal vez algo de petróleo para no cerrar las refinerías) estaremos importando gran parte del GLP y comenzando a importar gas natural. Las cifras proyectadas incluyen un precio de petróleo de 80 dólares/barril, un uso de etanol al 12% y la planta de biodiesel de 1.500 barriles por día. No habrá exportaciones y las importaciones y déficit energético comercial serán de aproximadamente 5.000 MMUSD. El subsidio llegara a aproximadamente 3.000 MMUSD.

Ese es agujero negro al que nos referimos. ¿Se tendrán que tomar medidas muy drásticas para quitar subsidios gradualmente? ¿Desregular las importaciones para que se pueda impor-tar libremente y el que pueda pagar pague? ¿Será necesaria una ley de concesiones para dejar el estatismo y entrar a un esquema más liberal en la economía?

Pero, sobre todo, necesitamos muy rápido unos incentivos reales para ver si aún podemos logar exploración y nos quedemos importando 5.000 a 6.000 MMUSD por año o tal vez más. Preguntas para los forjadores de política pública: ¿Por qué les gusta importar petróleo a pre-cio internacional y transporte (145 dólares/barril en 2023) y no remuneramos la exploración a ese precio en lugar de a 27 dólares el barril? ¿Importarán más adelante gas natural de Argen-tina a precios más altos en seis veces en lugar de remunerar a ese mismo precio a la futura producción nacional? Al final, la exploración paga regalías y genera empleo.

Finalmente, ¿por qué, para incentivar y generar inversiones reales, no diferimos 5 a 10 años el pago del IDH y los impuestos a las utilidades? Demasiado obvio para no intentarlo. Al final 32% de IDH de cero producción sigue siendo cero.

Dejemos la ideología de un lado y salvemos a Bolivia y que el agujero negro energético no nos engulla.

QOSHE - El agujero negro energético boliviano - Álvaro Rios Roca
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El agujero negro energético boliviano

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04.12.2023

En la jerga astronómica se puede definir un agujero negro como: “Una región finita del espa-cio descrita en las ecuaciones de Einstein, cuyo interior posee una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que, salvo por un de-terminado tipo de procesos cuánticos, ninguna partícula ni radiación —ni siquiera la luz— pueden escapar de él”. Es decir, se devora o trasforma todo lo que pasa cerca.

Hago esta anotación, para hacer analogía con la muy compleja situación energética que viene transitando Bolivia. La coyuntura que se avecina transformará muchas cosas en el país, desde lo económico, hasta lo social y lo político.

Se recibió, por varios años, una renta inusitada fruto de exportaciones de gas natural y de reservas descubiertas dos décadas atrás. Con esta renta fue posible importar diésel y subsi-diar —gasolina, gas licuado de petróleo (GLP), gas, electricidad— y generar recursos para varias instituciones del Estado, lo que les permitió gastar a manos llenas en obras sociales y en infinidad de proyectos, la mayoría políticos y sin sostenibilidad. Resumiendo, la elevada renta de las exportaciones de gas infló masivamente las arcas de diversas instituciones del Estado.

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