Mal asesorada por su agente de viajes, la ministra de Relaciones Exteriores se embarcó, hace poco, en unas vacaciones tristes por destinos derruidos donde un turista no recolecta más que desánimo y desazón. Allí se reunió con aquellos sujetos delirantes, de mirada impávida y retórica grandilocuente, que son responsables de las catástrofes acaecidas en sus países y con quienes el Gobierno boliviano se relaciona estrechamente desde hace casi 20 años, y les reafirmó, arbitrariamente, nuestro apoyo y solidaridad. El viaje comenzó en Cuba, continuó en Nicaragua y terminó en Venezuela. Quizás pensaba ir también a Irán, pero le faltó presupuesto o combustible. Tal vez le sobró conciencia.

Desde un punto de vista práctico, las relaciones internacionales bien podrían construirse siguiendo el criterio de un padre atinado que reflexiona a su hijo sobre la amistad. Júntate con gente sana, le dice. Gente que no te genere ni te involucre en problemas, que no te presione en hacer nada que consideres antiético, que no abuse de tu bondad ni de tu confianza ni busque manipularte. Gente que influya positivamente en ti y te ayude a crecer.

Desde esa perspectiva, ¿qué tan provechosa puede ser nuestra amistad con Cuba, un país con carencias absolutas, empantanado en una alarmante escasez de oportunidades, de libertad, electricidad y alimento, víctima de una tiranía que desde 1959 responsabiliza a Estados Unidos por todas sus desgracias y desaciertos? ¿Qué beneficio obtenemos de nuestra relación con Nicaragua, nación sometida a los caprichos de dos locos de remate que para colmo son marido y mujer, cuyo pasatiempo favorito es encarcelar, deportar, quitar la nacionalidad y acusar de “traición a la patria” a sus opositores?

¿Qué utilidad nos reportan nuestros lazos con Venezuela, un país donde —salvo para los amigos del régimen que centuplicaron su patrimonio con negociados alrededor del petróleo— la economía se derrumbó y desató un éxodo de millones de personas que, lejos de perseguir riqueza y nuevas aventuras, abandonaron su patria para sobrevivir? ¿Por qué nos amistamos y aceptamos drones de parte de Irán, un país donde se practica un atropello descomunal a los derechos humanos del que no escapan ni mujeres ni niños? ¿Por qué no condenamos abiertamente las atrocidades que Rusia comete en Ucrania?

Nunca es tarde para cambiar de amigos, les decimos también a nuestros hijos. Cuando notamos que se desenvuelven en ambientes tóxicos, poblados de gente turbia, los cambiamos de colegio o de actividades extracurriculares, los llevamos al psicólogo y hasta nos mudamos de barrio, conversamos con ellos, los reflexionamos, intentamos convencerlos de que la sociedad es mucho más amplia de lo que ellos piensan y que no se reduce al puñado de malentretenidos que últimamente frecuentan.

¿Por qué Bolivia no da un giro de timón y cultiva nuevas amistades? A diferencia de lo que puedan suponer los nostálgicos del Che, que tildan de imperialista a cualquiera que critique a su gobierno, no sugiero que nos entreguemos a Estados Unidos para que nos exprima y estruje como lo hace China en la actualidad. En cambio, ¿por qué no cultivar amistad con Suiza y otros Estados que tampoco tienen mar, pero a quienes el enclaustramiento no impidió generar progreso y riqueza? ¿O con naciones como Singapur, Finlandia o Canadá, que podrían asesorarnos en rediseñar nuestro pobrísimo sistema educativo? ¿O con países como Estonia, de quienes podríamos aprender a construir una poderosa infraestructura digital para eliminar la burocracia, ese monstruo de corrupción y papeleo capaz de ahuyentar al más testarudo?

A poco más de un año y medio de las próximas elecciones generales, oficialistas y opositores harían bien en ampliar sus horizontes, renovar su oferta y buscar nuevas amistades para

Bolivia: amigos pacíficos y pragmáticos que en lugar de generarnos aislamiento a cambio de “abrazos revolucionarios”, nos ayuden a progresar de manera tangible y acelerada. En todo caso, comencemos por buscar una mejor agencia de viajes para nuestra cancillería.

QOSHE - Cambiemos de amigos - Dennis Lema Andrade
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Cambiemos de amigos

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03.04.2024

Mal asesorada por su agente de viajes, la ministra de Relaciones Exteriores se embarcó, hace poco, en unas vacaciones tristes por destinos derruidos donde un turista no recolecta más que desánimo y desazón. Allí se reunió con aquellos sujetos delirantes, de mirada impávida y retórica grandilocuente, que son responsables de las catástrofes acaecidas en sus países y con quienes el Gobierno boliviano se relaciona estrechamente desde hace casi 20 años, y les reafirmó, arbitrariamente, nuestro apoyo y solidaridad. El viaje comenzó en Cuba, continuó en Nicaragua y terminó en Venezuela. Quizás pensaba ir también a Irán, pero le faltó presupuesto o combustible. Tal vez le sobró conciencia.

Desde un punto de vista práctico, las relaciones internacionales bien podrían construirse siguiendo el criterio de un padre atinado que reflexiona a su hijo sobre la amistad. Júntate con gente sana, le dice. Gente que no te genere ni te involucre en problemas, que no te presione en hacer nada que consideres antiético, que no........

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