La afirmación del mocoso aquel no pasó desapercibida, quizás porque el sentido, forma y fondo de lo dicho, corroían las vísceras de la ética y carneaban al sentido común. Eran tiempos de una sociedad que prefería sobrevivir en una ceguera hipócrita, en vez de abrir los ojos a una realidad terrible.—

—¡Quiero ser narco! —había dicho el escuincle de no más de 12 años, justo mientras la televisión mostraba la entrevista al traficante de moda.

La familia entera se descocó, la abuela se hiperventiló, el abuelo pegó un golpe en la mesa y empezó a sudar, el padre tembló de frustración, la madre ardió en una repentina fiebre, el tío se partió de risa, el hermanito menor vomitó y hasta la mascota de la casa se orinó en su sitio.

Tras el sismo familiar que terminó intempestivamente con la cena y con los nervios de la familia, fue el abuelo el que puso las barbas en remojo.

—¿Y por qué el jovencito quiere semejante barrabasada? —preguntó el patriarca, recordando que una vez fue él quien soñó que el nieto de sus ojos llegaría a ser el heredero del trono de San Pedro.

—Porque viven bien, se los ve llenos de lujo y placer, además son poderosos —respondió el jovencito—, y por si fuera poco, hasta los entrevistan en la televisión —concluyó emocionado.

—¿Pero por qué no te buscas un oficio más sano? —indicó el tío, mientras los miembros de la familia asentían con la cabeza.

El muchacho pareció reflexionar y por un segundo la calma asomó al hogar.

—Podrías ser político, o entrar de dirigente eterno en un sindicato o ser directivo de alguna cooperativa —prosiguió el tío recibiendo el rechazo de la familia.

—¡Deja de promover ideas corruptas en su cabeza! —le reclamó la madre—, lo que él va a ser es una persona honesta, no esa manga de mafias disfrazadas de oficio que tú propones.

Fue entonces que Carlitos Delfín despertó en el orfanato aquel en el cual vivía desde el tiempo en que su familia entera fue devorada por un deslizamiento nunca imaginado.

En ese momento fue que ratificó dos cosas: la primera, que no quería ser narco, porque su difunta familia no lo hubiese querido y porque él era una persona de bien; y segundo, que le encantaba dormir, porque ese era el único momento en que los vivos podían visitar el reino de los muertos.

El autor es escritor, ronniepierola.blogspot.com

QOSHE - El mocoso, el narco y el reino de los muertos - Ronnie Piérola Gómez
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El mocoso, el narco y el reino de los muertos

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02.12.2023

La afirmación del mocoso aquel no pasó desapercibida, quizás porque el sentido, forma y fondo de lo dicho, corroían las vísceras de la ética y carneaban al sentido común. Eran tiempos de una sociedad que prefería sobrevivir en una ceguera hipócrita, en vez de abrir los ojos a una realidad terrible.—

—¡Quiero ser narco! —había dicho el escuincle de no más de 12 años, justo mientras la televisión mostraba la entrevista al traficante de moda.

La familia entera se descocó, la abuela se hiperventiló, el abuelo pegó un golpe en la mesa y empezó a sudar, el padre tembló de........

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