De la genialidad del escritor y filósofo Stefan Zweig, surge una de las más brillantes definiciones de Maximilien Robespierre, “el Incorruptible”: “A todos ha eliminado ese hombre insignificante, ese hombre pequeño y enjuto de rostro pálido y biliar, de frente baja y retirada, de ojos pequeños y acuosos, miopes, que, anodino, estuvo largo tiempo oculto por las gigantescas figuras de sus predecesores. Pero la guadaña de la época le ha despejado el camino; desde que Mirabeau, Marat, Danton, Desmoulins, Vergniaud, Condorcet, es decir, el tribuno, el agitador, el caudillo, el escritor, el orador y el pensador de la joven República, han sido liquidados, él lo es todo en una sola persona: Pontifex maximus, Dictator y Triumphator”.

Zweig, resume, enfáticamente, la trayectoria de un hombre que en sus inicios fue un ferviente defensor de la libertad de prensa y protector de los más desposeídos. Líder de los jacobinos y afín a las ideas de Rosseau, ese ‘hombre insignificante’ se oponía tenazmente a la pena de muerte y reivindicaba la educación gratuita. Era, pues, un triunfador indiscutible de la Revolución Francesa. Pero de pronto, la transformación de “el Incorruptible” se hace evidente y terrorífica. Nadie creía en nadie ni en nada. Una ola de violencia y muerte se presentaba como la única vía para los que consideraba, los enemigos de la revolución.

Quienes se oponían a sus mandatos, acababan, sin remedio, en la guillotina. A todo esto, se sumaban los rumores, la intriga, el oportunismo y la conspiración del advenedizo y locuaz Joseph Fouché. Zweig también tiene calificativos para él: “Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista”.

Virtud y terror, como el mismo Robespierre llamaba a su régimen, pronto desencadenaría en algo más tenebroso, la proclama del culto al Ser Supremo como religión oficial.

Robespierre creía en la libertad y la democracia, sin embargo, su poder, que obligaba a obedecer sin oposición, pudo más que cualquier espíritu libertador. “Si el principal instrumento del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, en momento de revolución deben ser a la vez la virtud y el terror: la virtud, sin la cual el terror es funesto; el terror, sin el cual la virtud es impotente.”

Para principios de octubre de 1793, Robespierre ya se había liberado de una buena cantidad de la oposición girondina. Ese partido político moderado con un fuerte discurso federalista que pertenecía en su mayoría a la burguesía. Tras una secesión que concluyó en una gran revuelta en defensa del federalismo. El proceso a 21 girondinos terminó en una condena a muerte en la guillotina el 10 de brumario, año II (31 de octubre de 1793).

Finalmente, el 28 de julio (10 Termidor) de 1794, junto con sus ayudantes más cercanos, el Incorruptible Robespierre es acusado de imponer una dictadura y es condenado, paradójicamente, a la guillotina.

Más de dos siglos después, salvando las distancias de tiempo, historia, logros y apogeos, parece que la cabeza de Robespierre aún rueda sobre la mesa de muchos políticos de terror y sin nada de virtud. Hasta ahora, el fantasma de ese hombre pequeño y enjuto de rostro pálido y biliar, vaga inmisericorde y reencarna, en forma de criatura monstruosa y tiránica, en cada político que esté dispuesto a rifar y poner en zozobra la ética, la institucionalidad y las libertades. Latinoamérica es un claro ejemplo de los Robespierre y los Fouché.

En Bolivia, el desgobierno y la aguda crisis política, a la cabeza de Arce Catacora, Evo Morales Ayma y el MAS, ya se han cobrado la estabilidad democrática y económica, la igualdad y el respeto a las leyes.

Tras 17 años de masismo, los conceptos de izquierda, alternancia, transparencia, justicia y democracia, se han reducido a un puñado de personajes agitando su poderío y acusándose de todo lo que ya se sabe. El ejercicio de la política, como concepto y práctica, se ha borrado por completo en este país.

A Morales se le está cerrando el cerco de sus micropoderes. Son pocos y cada vez más débiles. Está tomando de su propio chocolate, espeso y sin azúcar.

Esa es su desesperación, el saber que ya está enfilando el rincón de los jubilados y que su deceso está a la vuelta de la esquina. Su rincón ya está elegido. Ese rincón que tan dramáticamente identifican los elefantes viejos para morir.

A estas alturas del desmadre masista, creo que Catacora debe y tiene la obligación de ser transparente en la identificación de sus enemigos. Si de verdad desea cortar su cordón umbilical con ‘Robespierre’, debe marcar una distancia taxativa y encontrar su posición política y discursiva. Lo contrario haría suponer claramente que en cualquier tiempo y espacio la reunificación del MAS sería inminente.

A tres años de su gobierno, su discurso vacío y mentiroso corroboró una Bolivia con un futuro incierto. No mencionó los múltiples problemas que actualmente enfrenta el país, obviarlos sólo sirvió para asegurar que estamos frente a una crisis monumental.

Se mostró más o menos desafiante con su exmentor, sin embargo, es lo máximo que puede hacer; mencionarlo sin nombrarlo. Catacora sabe que el jefazo obtiene lo que ordena, a las buenas o a las malas. Su filosofía siempre estuvo enmarcada en: caminante no hay camino, se hace camino ‘metiéndole nomás’. Su afán de poderío, en esta coyuntura, no sería la excepción.

Está claro que la anulación del congreso del MAS en Lauca Ñ podría ser la tormenta perfecta para “hacer arder” Bolivia. Para Evo, la justicia no es, ¿en algún momento lo fue?, una instancia sagrada que debe estar por encima de cualquier mortal.

“Yo el Supremo”, diría el escritor paraguayo, Augusto Roa Bastos y también Robespierre, luego de haber sido poseído por el poder absoluto y convertido en un grandísimo dictador y sumo pontífice del terror.

Así como el fantasma del Incorruptible se hace presente en forma de presidentes y gobiernos corruptos, también la de Fouché sazona la ensalada para que la intriga, la zozobra y la confusión reinen en este exótico país.

Por gobiernos como los de Morales y Catacora, hay oposiciones como las que tenemos: inconsistentes, torpes, limitadas e inoperantes.

¡Para muestra esta joyita!

Los "evistas" denunciaron que el "arcismo" había conformado una "megacoalición" con opositores para elegir a Israel Huaytari como presidente de la Cámara de Diputados para la gestión 2023-2024. (Erbol, 03/11/2023).

"Arcistas" dicen que "evistas" pactaron con la oposición una agenda política a cambio de la Presidencia del Senado. (Los Tiempos, 07/11/2023)

Una fórmula descrestante, extraterrestre e inverosímil.

¿Con qué se come esta exquisitez?

Robespierre obligó a la Convención Nacional a expulsar a los girondinos y hacerse con todo el poder del gobierno y desde ahí a eliminar a todos los que consideraba sus enemigos de la revolución.

Así están las cosas en el ‘Estado Plurinacional’: incertidumbre económica que podría agudizarse mucho más, crisis de los hidrocarburos, incendios forestales, sequía, minería ilegal, narcotráfico, falta de dólares, corrupción, el MAS en su laberinto, una justicia podrida y una abierta política antidemocrática que ya tiene a unos 200 presos políticos desde la crisis de 2019.

El autor es comunicador social

QOSHE - El MAS, la oposición y el fantasma de Robespierre - Ruddy Orellana V.
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El MAS, la oposición y el fantasma de Robespierre

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09.11.2023

De la genialidad del escritor y filósofo Stefan Zweig, surge una de las más brillantes definiciones de Maximilien Robespierre, “el Incorruptible”: “A todos ha eliminado ese hombre insignificante, ese hombre pequeño y enjuto de rostro pálido y biliar, de frente baja y retirada, de ojos pequeños y acuosos, miopes, que, anodino, estuvo largo tiempo oculto por las gigantescas figuras de sus predecesores. Pero la guadaña de la época le ha despejado el camino; desde que Mirabeau, Marat, Danton, Desmoulins, Vergniaud, Condorcet, es decir, el tribuno, el agitador, el caudillo, el escritor, el orador y el pensador de la joven República, han sido liquidados, él lo es todo en una sola persona: Pontifex maximus, Dictator y Triumphator”.

Zweig, resume, enfáticamente, la trayectoria de un hombre que en sus inicios fue un ferviente defensor de la libertad de prensa y protector de los más desposeídos. Líder de los jacobinos y afín a las ideas de Rosseau, ese ‘hombre insignificante’ se oponía tenazmente a la pena de muerte y reivindicaba la educación gratuita. Era, pues, un triunfador indiscutible de la Revolución Francesa. Pero de pronto, la transformación de “el Incorruptible” se hace evidente y terrorífica. Nadie creía en nadie ni en nada. Una ola de violencia y muerte se presentaba como la única vía para los que consideraba, los enemigos de la revolución.

Quienes se oponían a sus mandatos, acababan, sin remedio, en la guillotina. A todo esto, se sumaban los rumores, la intriga, el oportunismo y la conspiración del advenedizo y locuaz Joseph Fouché. Zweig también tiene calificativos para él: “Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista”.

Virtud y terror, como el mismo Robespierre llamaba a su régimen, pronto desencadenaría en algo más tenebroso, la........

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