Carles Rexach

Lo que vimos el domingo en la Liga con el VAR lo supera todo. Quien me conoce sabe bien que al principio creí claramente en esta herramienta tecnológica para aclarar dudas arbitrales, un recurso que, por ejemplo, ha sabido utilizar el tenis. Pero hace tiempo que en el fútbol ya fui perdiendo la pasión con el invento. De todos modos, lo que vimos en el Real Madrid-Almería, líder contra colista, me sorprendió incluso a mí, que he visto de todo desde mis días de jugador. Luego hablarán de victimismo. Sólo digo una cosa: imagínate lo que era antes si con el VAR vimos lo que vimos en el Bernabéu este domingo. El VAR no aclaró dudas arbitrales, directamente las provocó.

Por concretar, diría que el arbitraje y el VAR de tres, se equivocaron en cuatro. Todo un récord. Claro, con el paso de las horas, la potente prensa madridista va intentando suavizar el escándalo. No es nuevo. Lo han hecho siempre en los arbitrajes que favorecen al Madrid.

Vayamos por partes. Lo peor, para mí, es el claro mensaje de coacción que llegó desde la sala del VAR al árbitro de campo, dirigiéndole la decisión no sobre lo que iba a ver, sino sobre lo que tenía que ver. Y, claro, el árbitro del césped acabó cambiando su criterio en todas y cada una de esas jugadas que ni siquiera fueron polémicas hasta que el VAR las convirtió en eso.

Empezando con el penalti, que metió de golpe en el partido a un Madrid que iba perdiendo 0-2, ya entrada la segunda parte. Rüdiger y Joselu hicieron falta, pero eso no lo vieron los árbitros con ‘tele’ ni el del campo. Luego llegó eso que vieron como falta a Bellingham en la jugada previa al que habría sido el 1-3 para el Almería. Después, ese remate de zamorana de Vinicius que el árbitro de campo había visto como mano antes de que el VAR tirara del teléfono rojo... Es decir, tres intervenciones del VAR en 10 minutos, todas con afectación directa en el marcador, y todas a favor del Madrid.

Aún faltaba la traca final, de lo que nadie habla: ese descuento de partido de casi un cuarto de hora durante el que llegó el 3-2 final para el Madrid. Por todo eso, sumado, no me extrañaron para nada la cara y los gestos del pobre Garitano, al que le debieron entrar ganas de largarse del campo en pleno partido. Al menos, a diferencia de otras épocas remotas, esto se vio en todo el mundo.

El Barça debió ganar mucho antes al Betis, pero se complicó el partido en un visto y no visto. Lo arregló apuntándose al final un triunfo que mereció antes. La gran clave, para mí, es que al fin vimos a un Barça más agresivo que el rival en el centro del campo, confirmando que está más cómodo ante equipos a los que no les gusta cerrarse y aspiran a tener el balón como el Betis. Esto no me parece menor, sobre todo porque necesitará tener continuidad precisamente ante uno de los equipos más agresivos, en el mejor sentido. El Athletic y en Bilbao es, para mí, el rival más duro que le podía tocar al Barça en la Copa. Dicho esto, quiero destacar la labor de Cubarsí. En una función tan delicada como la de central, no pareció para nada que tuviera 16 años.