Carles Rexach

El Barça-Girona de anteayer en Montjuïc fue un partido sensacional para ver, siempre que no seas aficionado de uno u otro equipo. Desde el punto de vista del espectáculo, para el espectador neutral fue uno de los mejores partidos de la temporada, porque salieron dos onces sin especular, al ataque y generando muchas ocasiones de gol en ambas porterías. Creo sinceramente que la gran diferencia entre los de Xavi y los de Míchel estuvo en que en todas las jugadas clave dentro de las áreas el Girona fue muy superior.

Ciertamente, el Barcelona generó ocasiones claras que no tuvo el acierto de convertir en gol. En cambio, el Girona sí lo hizo con las suyas. Pero lo cierto es que crearon oportunidades ambos equipos, estadísticamente incluso más los de Xavi. El Barça estuvo de 5 a la hora de rematar en el área y el Girona, de 9.

Y defensivamente, puede decirse lo mismo. Unos defendieron bien, incluso con tres centrales y dos laterales de inicio, y los otros fueron un coladero.

Pero, en definitiva, tengo claro que ningún equipo dominó claramente el partido. Un equipo lo hizo en unas fases y el rival, en otras. Creo que el juego estuvo bastante repartido en este sentido. Fue muy alternativo, un partido de ida y vuelta, de los que a los entrenadores no nos gustan pero a los aficionados sí. Y al Barça históricamente le van mal estos partidos.

La clave de esos problemas defensivos que sufrió el Barcelona residió básicamente en que, si juegas con laterales que sean extremos, lo cual me parece bien en principio, alguien tiene que haber en el centro de campo que cumpla con la tarea de defender cuando el rival recupera la pelota.

Las contras hicieron mucho daño al Barça desde el primer momento. Al conjunto azulgrana le cuesta mucho correr hacia atrás. En ese escenario de partido sufre mucho. Míchel lo sabe y planteó el partido para que los de Xavi tuvieran que hacer eso: correr hacia su campo. Le salió bien. Y eso que había advertido en la previa que es justo lo que buscaba.