Hèctor Coca
El Barça necesitaba como agua de mayo sacarse la espina y superar unos octavos de final de la Champions que se le resistían los últimos años. Cumplir esa misión era fundamental para recomponer su imagen europea y para inyectarse en vena un chute de autoestima del que andaba un poco falto. Lo hizo ante el rocoso Nápoles, con la afición llenando el campo como en las grandes noches europeas y con varios chavales de La Masia dando lecciones de buen fútbol y de cómo partirse la cara por el Barça.
Los hombres de Xavi esta vez sí dieron el callo, se vio intensidad y apareció la efectividad que tanto reclama últimamente.
El Barça merecía pasar esta eliminatoria, que se empezó a forjar en el Estadio Maradona de Nápoles y que culminó de forma incontestable, desplegando un buen fútbol y grandes dosis de oficio. Hubo momentos en los que también supo sufrir, y esto le da también más valor a la victoria.
El Barça se mete en cuartos, se rearma de moral y, de paso, ingresa un buen pellizco de millones que le saben a gloria. Pero, sobre todo, vuelve a colocar el listón europeo donde nunca debió bajar.
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