Hèctor Coca

Hoy el barcelonismo está deprimido. El equipo azulgrana sufrió una dolorosa derrota ante el villarreal que desató la tormenta perfecta. Xavi comunicó, en caliente, que dejará de ser el entrenador del Barça el próximo 30 de junio. Se vienen tiempos revueltos para un club que vive instalado en la constante excitación, los reproches recurrentes y en un contexto prebélico permanente.

Llegados a este punto sería interesante destacar que a esta situación se ha llegado seguramente por muchas causas, cierto, pero estaría bien recordar varios pequeños detalles que podrían perfectamente haber cambiado las cosas.

El equipo encajó en Bilbao (¡vaya lacra!) otro gol a las primeras de cambio, la enésima pájara colectiva. Logró remontar el partido en un escenario hostil, pero el Athletic forzó la prórroga tras un remate de Sancet desde la frontal del área pequeña y en la que no estaba ninguno de los dos centrales del Barça (lo marcaba De Jong). Lamine Yamal estuvo sensacional en el gol pero tuvo un par de ocasiones clarísimas que podían perfectamente haber acabado en el fondo de la red. Los azulgrana estuvieron muy cerca de pasar la eliminatoria pero fallos puntuales les arruinaron la noche.

Ante el Villarreal el equipo recibió otro gol porque dejó rematar a Gerard Moreno desde el punto de penalti estando más solo que la uno y con la única oposición de un Christensen que se lo miraba a un par de metros de distancia. Cancelo falló incomprensiblemente y dejó el gol en bandeja al exazulgrana Ilias Akhomach minutos más tarde y el gol de Sorloth en el 99' vino tras un clamoroso error de Araujo y una pésima intervención de Iñaki Peña.

Demasiados errores individuales o infortunios, que no suelen ser habituales en un equipo de la talla del Barcelona.

Puede ser que todo lo que le pasa al Barça sea culpa de Xavi. El entrenador tendrá mucha culpa pero a veces son esos pequeños detalles los que cambian el rumbo de la historia de forma injusta.