Javier Alfaro

Cuando arrancó la presente temporada, dijo Fran Garagarza que el Espanyol en Segunda era un como un yate que necesitaba remos. El director deportivo blanquiazul quiso explicar de esa forma la necesidad de actuar con humildad para conseguir el objetivo del ascenso y de tener claro que todos los estamentos del club debían empujaren la misma dirección. Pero por lo sucedido en lo que va de curso no está aplicando con el ejemplo tan bien como podría.

Este martes fue destituido Luis Miguel Ramis y en su lugar llega Manolo González, hasta ahora en el B. De Ramis dijo Garagarza en su presentación que era "el técnico que queríamos", una frase interpretada como un lapsus con el que dejó a las claras que Luis García, antecesor del tarraconense, no era de su grado. Pero cuando ha llegado el momento no le ha temblado el pulso para cargarse al tarraconense aunque, en cierto modo, esa decisión no deja de ser la confirmación de un error propio.

Por otra parte, con el cambio de entrenador el foco se orienta ahora hacia los jugadores. Los que saltan al verde se han quedado ya sin el paragüas de Ramis, un técnico que aunque no ha conseguido resultados excelentes tampoco ha registrado números muy diferentes a los de Luis García. El equipo no acaba de imponerse como debería en la categoría, pero ni lo ha hecho con Ramis ni lo hizo anteriormente con Luis García.

Sea como fuere, los remos de Garagarza han dado ya tres bandazos sin demasiado sentido. Porque se pasó de un técnico que quería ser protagonista con la pelota como Luis García a uno que apostaba por cerrar filas atrás y arriesgar poco como Ramis. Y ahora se le da el equipo a un Manolo González que se parece más a Luis que a Ramis. Un buen técnico, más capacitado de lo que anuncia su currículum, pero sin experiencia en la categoría. Puede salir bien, por supuesto que sí, pero no es la forma de remar que aparece en los mejores tutoriales del bello arte de la navegación. Todo ello, con la misma plantilla, configurada por el propio Garagarza, que sí continúa en el club. ¡Sálvese quien pueda!