Julio Salinas

Exjugador

Carolina Marín sonríe a pocos meses de los Juegos Olímpicos de París. La reina del bádminton español se proclamó campeona del All England por segunda vez en su carrera, al vencer en la final a la japonesa Akane Amaguchi. Este torneo, que más o menos es al bádminton lo que Wimbledon al tenis, además de ser el más antiguo del circuito, arrancó de nuevo la esplendorosa sonrisa de Carolina. Han pasado nueve años desde su primera victoria en el All England y muchas dificultades han quedado atrás para una gran campeona como ella. Oro olímpico de Río de Janeiro en 2016, Carolina mira a sus 30 años al futuro con la fuerza interior de quien ha sido lo bastante resistente como para dejar atrás todas las dificultades a las que ha tenido que enfrentarse. En ese momento en que se coronó en Inglaterra resultaba difícil no pensar en tragos complicados como sus graves lesiones de rodilla y de los esfuerzos que exige la alta competición para levantarse. No es extraño que se le oyera decir que este título “significa mucho” y que le hace sentirse “muy orgullosa” de sí misma. Quienes sabemos todo lo que exige el deporte al más alto nivel valoramos en su justa medida la dimensión de la victoria. “He vuelto”, remató. Con esa confianza todo es posible, más aún para alguien con el talento de Carolina.

Para los amantes del rugby el 6 Naciones es un torneo que engancha como pocos, ya desde los tiempos en que era un torneo de 5. Cierto es que la puesta en marcha del Mundial ha ampliado el foco pero la solera del ‘6 Naciones’ ahí queda. Irlanda se acaba de llevar su segundo título consecutivo y el quinto en once años, dando pie al debate de si se trata del equipo más fuerte del Hemisferio Norte en lo que va de siglo, aun teniendo en cuenta que Inglaterra llega más lejos en los Mundiales. En el último partido, Irlanda se impuso a Escocia (17-13), en un triunfo con valor título.

En deporte siempre creemos haberlo visto todo. Pero siempre habría que decir ‘casi todo’. Inaudito fue ver un enjambre de abejas parando un partido en Indian Wells con dos tenistas del nivel de Carlos Alcaraz y Alexander Zverev poniendo pies en polvorosa. Está claro que la red de la raqueta no protegía. Sí lo hizo ese apicultor que merece un Grand Slam.

Los Juegos Olímpicos de París vienen con una polémica insólita. El Comité Organizador ya se enfrentaba a críticas por el precio de las entradas, pero nadie esperaba que hasta un bebé en brazos tuviera que pagar. La queja la airearon unos padres de nuevo cuño con entradas previas al embarazo: “Aquí todos pasan por caja”. O sea: pasan olímpicamente.

Cuesta entender que un futbolista de élite que habrá ganado su dinero se meta en líos de tal calibre como Quincy Promes. El ex del Sevilla, ahora en el Spartak ruso, fue arrestado en Dubai a petición de la justicia holandesa, que condenó al futbolista a seis años de cárcel por su papel en una trama de narcotráfico con 1.370 kilos de cocaína de por medio. Un lío legal más de un profesional que se olvidó del balón.