Lluis Canut

Gica Hagi, el apodado ‘el Maradona de los Cárpatos’, jugó dos temporadas (1994-96) en el Barça, en el que fue el ocaso del Dream Team. Del ‘10’ rumano se enamoró Cruyff al verle marcar por toda la escuadra un lejano chut escorado que batió al portero colombiano Oscar Córdoba en el debut victorioso por 3-0 de Rumanía en el Mundial de 1994. Tras presenciar aquella exhibición de Gica, que aquella temporada había jugado con el Brescia en la Serie B italiana, a Johan le faltó tiempo para llamar a Minguella y decirle a “este de Rumanía es al que hemos de fichar para sustituir a Laudrup”. El danés se había ido al Real Madrid enfadado con Johan. Josep Maria Minguella, que estaba viajando por EE.UU. con su familia siguiendo principalmente a la selección búlgara de Stoichkov, asintió rápidamente: “No te preocupes, esto está hecho”.

La estrecha relación que mantenía con el representante del jugador, Giovanni Becali, permitía el optimismo del intermediario catalán. Y así fue como al acabar el Mundial el Barça se hizo con los servicios de Hagi a cambio de cuatrocientos millones de las antiguas pesetas. Sin embargo, en el Camp Nou el rumano no rindió lo que se esperaba de su excelente pie izquierdo, seda pura, y de un gran disparo. En los cuarenta y dos partidos que jugó de blaugrana, tan solo llegó a marcar una decena de goles, en el promedio más bajo de su carrera. Tuvo, incluso, la desgracia de que uno que marcó contra el Celta desde el mismo circulo central se vio muy difuminado por culpa de la niebla que había aquella noche en Balaídos.

El problema que mermó a Gica en el Barça fue la posición en que le encorsetó Cruyff en el 4-3-3 del Barça. El crack rumano, considerado el mejor futbolista de la historia de su país, era un ‘10’ puro que actuaba con total libertad de movimientos, tanto como mediapunta o en el frente de ataque, con un ‘9’ referencial. Sin embargo, a poco de llegar a la Ciudad Condal, su amigo Stoichkov ya se lo advirtió: “Jugarás de extremo por la banda derecha”. Las otras dos posiciones estaban reservadas para Romario, que llegó un mes tarde de retorno del Mundial, y para Hristo, que había perdido parte de su gran punta de velocidad. Aquella exigencia táctica fue muy perjudicial para Hagi, que al final de la segunda temporada, en junio de 1996 fue traspasado al Galatasaray turco, donde se convertiría en un ídolo para su afición, marcando goles de una gran espectacularidad. Posteriormente fue entrenador del equipo de Estambul.

En las cuatro temporadas que jugó en el futbol español, dos y dos entre Madrid y Barça, únicamente ganó dos Supercopas de España, una con cada equipo. Eso sí, a Gica le gusta bromear y asegura que “en verdad gané una Liga con el Madrid, porque en la primera de las dos que se perdieron en Tenerife cuando me cambiaron íbamos ganando por 0-2 y éramos campeones”. Hagi es desde hace más de una década presidente del modesto Farul de Constanza, la ciudad donde nació hace 58 años, y al que la temporada pasada llevó a ganar por primera la Liga 1, en su centenaria historia, superando a los dos grandes Steaua y Dinamo de Bucares