Pitu Abril

Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores. Los martes, a siete u ocho. Los jueves, a cuatro. El viernes a dos y el sábado ya pienso que tienen que volver a jugar los mismos once cabrones”. Eso lo dijo hace tiempo John Benjamin Toshack durante su etapa de entrenador del Real Madrid. Es la ley del fútbol. Cuando las cosas van mal no caen los once cabrones sino el entrenador.

En la rueda de prensa previa al partido contra el Vilarreal Xavi hizo esta reflexión premonitoria: “Aquí valoramos a las personas cuando se marchan”. En aquel momento nadie intuyó que aquella frase sería el prolegómeno del anuncio del día siguiente. Ya hacía semanas que Xavi había decidido tirar la toalla. Solamente faltaba encontrar el momento adecuado para lanzar la bomba con efecto retardado. Y el momento llegó con la cruel e inesperada derrota ante un equipo que tan solo había ganado dos partidos fuera de casa y que estaba flirteando con la zona de descenso. Tras el partido Xavi se reunió con el presidente Laporta y pactaron la salida del entrenador para el 30 de junio. Al barcelonismo le hubiera costado digerir un despido precipitado, y además, en estos cuatro meses hasta final de temporada, se hubiera corrido el riesgo de quemar al nuevo entrenador.

Al igual que Toshack, Xavi también ha tenido que jugar con los mismos “cabrones”. En este caso, con lo que le han dado los representantes de confianza de Laporta y los directores deportivos inexpertos tras una planificación nefasta. A eso hay que añadir la marcha poco explicada de profesionales competentes como Mateu Alemany o Jordi Cruyff. Y por si fuera poco, encima ha tenido que trabajar con una plantilla corta que ha notado demasiado las

ausencias por culpa de las lesiones, y algunas muy graves como las de Gavi y Balde. Por eso tuvo que hacer de la necesidad virtud y se vio obligado a echar mano de la cantera forzando el debut de tres futbolistas que aún no pueden votar, que aún no tienen el carnet de conducir y que aún no pueden pedir una cerveza con alcohol. Los jóvenes, decía Johan Cruyff, han de entrar cuando las cosas van bien, no pueden ser nunca una solución. Y eso Xavi también lo sabía.

Ahora, tras el anuncio de su dimisión en diferido, Xavi se siente liberado y cree que su decisión es la mejor para todos: para el club, para los jugadores y también para él. Xavi confiesa que las críticas han mermado su optimismo y su energía, e incluso hace referencia a la salud mental. Xavi es un buen tipo, una buena persona, y a veces eso es incompatible con ocupar un banquillo tan tortuoso e inestable como el del Barça.

Y llega la gran pregunta: ¿Ahora qué?. ¿Los jugadores darán el paso adelante que se espera de ellos?. ¿El presidente estará al lado de su aún entrenador pase lo que pase y aunque la cosa vaya mal?. Pero…...¿Y si la cosa va bien?. ¿Y si a estos jugadores se les ocurre ganar la Champions con Xavi al frente? El fútbol es el deporte más imprevisible que conozco. Por si acaso ya me he guardado aquello que dijo el poeta y dramaturgo Jean Cocteau: “Lo consiguieron porque no sabían que era imposible”.