Ricard Torquemada

No es el único, pero es uno de los más evidentes. Puedes fijarte en la implicación desesperada de Gündogan, que intenta dirigir con gestos el pase y el ritmo que toca en cada momento, o en cómo Lewandowski intenta domar su frustración cuando recibe un balón imposible de controlar. Esas reacciones de los jugadores con un pasado lleno de éxito ayudan a entender la realidad del equipo.

Sin embargo, la trayectoria de Cancelo en su primer año en el Barça también llama la atención. Pocos jugadores de la plantilla tienen su calidad individual, su capacidad para improvisar y marcar la diferencia en la última fase de la jugada. Lo demostró a su llegada. Como Balde en la izquierda y el extremo en la derecha ocupaban las zonas exteriores, él tenía cierta libertad interior para dar ritmo al balón, pero sobre todo para acelerar la maniobra final. Con su talento, cambio de ritmo y recursos técnicos iluminaba el desenlace de la jugada. El peaje aceptado era desajustar al equipo atrás para controlar las transiciones rivales.

Su lesión y la posterior de Balde obligaron a reconstruir la defensa, por lo que Xavi recuperó los tres centrales. En su regreso, aterrizó en la banda izquierda, ideal para sus condiciones ofensivas y su profundidad exterior. Además, en ese perfil ofreció la mejor versión de su carrera en el City. Sin embargo, no hemos vuelto a ver al Cancelo trascendente en ataque de sus primeros días. Es verdad que ha dado tres pases de gol desde la izquierda, pero no transmite su confianza en el cara a cara, su superioridad en el desafío. Como si prefiriese la decisión que propone la inercia, no su creatividad. Ha perdido aquel punto arrogante de quien se siente superior cuando encara, incluso su relación idílica con el exterior del pie. En San Mamés estuvo más cómodo en el control de Williams, asignatura complicada, que en las propuestas atacantes. Como si no fuese él. Y el Barça agradecería al Cancelo más puro con todas sus dulces imperfecciones

No hay ningún jugador en el mundo que luzca un dorsal tan contrario a las indicaciones del marketing como Phil Foden. Escogió el 47 para siempre, en honor a su abuelo Ronnie, que falleció con esa edad. Ahora mismo ese número identifica a uno de los mejores del mundo, aunque a veces cuesta que aparezca en esa lista, seguramente por su silenciosa discreción. O porque ya no es moda un jugador que tiene 23 años y debutó con 17. O por su polivalencia, capaz de ser diferencial por dentro y en cualquiera de las dos bandas, como en el derbi contra el United con dos golazos entre muchas otras cosas. Un jugador asociativo por naturaleza ha añadido presión, verticalidad y remate a su manual para firmar ya 18 goles y 10 asistencias en lo que llevamos de curso. El 47 ya no es un número más

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Cancelo es un síntoma de la impotencia que invade al Barça

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05.03.2024

Ricard Torquemada

No es el único, pero es uno de los más evidentes. Puedes fijarte en la implicación desesperada de Gündogan, que intenta dirigir con gestos el pase y el ritmo que toca en cada momento, o en cómo Lewandowski intenta domar su frustración cuando recibe un balón imposible de controlar. Esas reacciones de los jugadores con un pasado lleno de éxito ayudan a entender la realidad del equipo.

Sin embargo, la trayectoria de Cancelo en su primer año en el Barça también llama la atención. Pocos jugadores de la plantilla tienen su calidad individual, su capacidad para improvisar y marcar la diferencia en la última fase de la jugada. Lo demostró a su........

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