Ricard Torquemada

El Barça acabó el año 2023 encajando en los últimos partidos tres goles del Amberes, dos del Almería y cuatro del Girona. Y ha empezado el 2024 recibiendo cuatro goles del Madrid y del Athletic, tres del Granada, cinco del Villarreal y dos del Barbastro y el Betis. Todo puesto en fila causa impresión en el presente y pánico de cara al futuro.

El equipo de Xavi no sólo no ha corregido errores, sino que los ha repetido de manera frecuente. Algunos tienen un denominador común en la falta de tensión o concentración, otros en la inseguridad del que se siente vulnerable y muchos de ellos el mal ejercicio de fundamentos defensivos, ya sean individuales o de una o más líneas.

En general, falta intensidad defensiva, pasión en el ejercicio de la recuperación del balón. Es evidente que la lesión de Gavi ha eliminado aquella energía contagiosa que él transmite, pero no puede ser una coartada. Esta temporada, el Barça no ha mordido en la presión, ha tenido un tono más blando en los duelos y ha encontrado a faltar orden sin balón. Cuando no se ha relajado algún delantero en el primer paso, alguien ha llegado tarde al salto contra el oponente; donde unos han corrido hacia adelante, otros se han recogido hacia atrás. Hemos visto cómo pasadores rivales sin agobio han podido poner directamente un balón a la espalda de la defensa, mal alineada, como hizo el Granada más de una vez o había hecho varias veces el Alavés en los primeros minutos del partido en Vitoria.

Otro error reincidente ha sido no referenciar marcas en el área en centros laterales: goles de Gerard Moreno, Ricard Sánchez o Samu. O incluso muy a menudo que los alejados de la línea defensiva estén por detrás de los cercanos al balón cuando pueden ver de cara la altura de la posición de sus compañeros. Nada nuevo para defensas de primer nivel.

El fútbol te castiga cruelmente cuando el compromiso con las responsabilidades defensivas desaparece, sea por distracción o por preocupación. Mucho trabajo para poco tiempo de reacción.