Ricard Torquemada

Periodista

El plan de Xavi y Raphinha finalmente se han encontrado. El brasileño siempre se ha sentido cómodo en espacios abiertos. Sus dos temporadas en el Leeds de Bielsa son su máxima expresión en un modelo de alta intensidad, duelos individuales y estimulación de la verticalidad. Como anillo al dedo para sus condiciones. En cambio, las dudas que no ha podido superar es si podía tener un rendimiento similar en espacios reducidos, si podía ser tan fiable en los ataques posicionales como lo es en las transiciones.

A su llegada, tras una buena pretemporada, Xavi apostó por los dos extremos: Raphinha y Dembelé. Pero aquello era una moneda al aire. Si había acierto, el Barça te atropellaba; si no lo había, el equipo se estiraba tanto que se rompía. Luego, cuando Xavi optó por el cuarto centrocampista y más control, el brasileño compitió con Dembelé y ahora con Lamine Yamal para ser el extremo que diese amplitud. Demasiada restricción para una alma expansiva, pues ahí se exige decidir mejor. Y a él le gusta más arriesgar que asegurar, acelerar que frenar, la acción que la reflexión, recibir al espacio que al pie, llegar que estar.

Por eso, Xavi ha potenciado su naturaleza cuando lo ha vestido de receptor desde el cuadrado. Contra equipos atrevidos que van a la presión, es un tesoro. Porque entiende los espacios a lo largo, porque él prefiere que todo pase en movimiento. Como todo lo ejecuta a máxima velocidad, a veces repercute en su falta de precisión en la maniobra final, pero tanto contra el Getafe como contra el Nápoles fue protagonista directo de casi todas las acciones de gol. Todo en vertical, como a él le gusta. Todo en dirección a portería, sin más variables que descifrar. Ya serán sus compañeros los que decidan si alimentar o no sus movimientos. Además, nunca negocia un esfuerzo defensivo, ya sea en el retorno o en la presión. Es un animador imprescindible para que el equipo defienda hacia delante.

Mientras no haya opciones de cuarto centrocampista, los partidos grandes ya tienen tercer delantero. Gasolina para el Barça.

Habrá gente que lo califique de anécdota. Otros pensarán que no es una casualidad. En los cuartos de final de la Champions, que se sortearán mañana, habrá tres técnicos formados como futbolistas en La Masia. Guardiola en el City, Arteta en el Arsenal y Xavi en el Barça. No sólo ellos, también alguien que construyó su carrera de técnico por la influencia de lo que vivió como futbolista blaugrana, Luis Enrique. Es probable, no seguro, que algunos de ellos se crucen en la eliminatoria. Cada uno le ha dado sus matices, pero la esencia es la misma. Un éxito de una manera de entender el fútbol que el Barça debería digerir con orgullo, no desde las trincheras que nos arrastran a debates atractivos, pero tóxicos. Una foto para emmarcar

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Un receptor en el cuadrado

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14.03.2024

Ricard Torquemada

Periodista

El plan de Xavi y Raphinha finalmente se han encontrado. El brasileño siempre se ha sentido cómodo en espacios abiertos. Sus dos temporadas en el Leeds de Bielsa son su máxima expresión en un modelo de alta intensidad, duelos individuales y estimulación de la verticalidad. Como anillo al dedo para sus condiciones. En cambio, las dudas que no ha podido superar es si podía tener un rendimiento similar en espacios reducidos, si podía ser tan fiable en los ataques posicionales como lo es en las transiciones.

A su llegada, tras una buena pretemporada, Xavi apostó por los dos extremos: Raphinha y Dembelé. Pero aquello era una moneda al aire. Si........

© Mundo Deportivo


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