Xavier Bosch
Por más que miro la jugada no lo puedo entender. Y, menos aún, que estas cosas sucedan en un torneo como la Champions que pasa por ser el mejor torneo de fútbol del mundo. Si la flagrante injusticia que sufrió el Bayern en el estadio del Arsenal le llega a pasar al Barça o al Madrid, ya no se hablaría ni de Koldo, ni de amnistía, ni de la boda del alcalde madrileño. El escándalo, aquí, sería monotemático. Ciertamente, la jugada es de patio de colegio. Con 2-2 en el marcador, el portero gunner, David Raya, planta el balón y se lo pasa a Gabriel Magalhaes. El central, en lugar de jugarlo con el pie, coge el esférico con la mano y lo planta de nuevo en la línea, cuando el balón estaba ya en juego. Fueron unas manos tontas y ridículas, sin duda, pero el árbitro no puede dejarlas de señalar, como penalti, porque así lo dice el reglamento. Al instante, dos delanteros alemanes reclaman al árbitro, que ya había pitado, las manos de Gabriel.
Y sin embargo el juez Glenn Nyberg, que vio la jugada, que sabía que el balón estaba en juego, no lo señaló e, incluso, según el testimonio de los jugadores bávaros, les dijo que el “error había sido demasiado estúpido y mezquino para señalar penalti”. ¿En serio? Ahora depende de lo tonta que sea la jugada, de la buena fe del defensa o de que se trate de una eliminatoria definitiva de Champions, ¿que se pite o no penalti? El árbitro sueco se hizo el ídem y, también sin pretenderlo, le birló al Bayern la posibilidad de la victoria. Pero… ¿y el VAR? ¿No estaba para subsanar errores flagrantes? Faltará nevera para que la UEFA castigue a Glenn Nyberg. Tremendo.