Me oí criticando a “la gente” –así, en general– por sucumbir al “frenesí consumista” –en plan pedante– mientras volvía encantado de la vida con el abrigo que acababa de regalarme en nombre de un tercero para así no exponerme a una prenda inverosímil ni a un cambio de talla en mitad de las Navidades. Lo que se dice una incoherencia de libro que me retrotrajo a aquel eco radiofónico que definía como pórtico de la Navidad al sorteo de la Lotería, este año el próximo viernes 22, cuando ya es tradición que arranque allí por Halloween. Una doble impostura, por la anticipación desde noviembre y además con motivo de esa celebración tan extraña como ajena.

Definitivamente, la prenavidad se nos ha ido de las manos. A ciertos políticos los primeros, consagrados no ya a la inauguración de belenes y a la declamación de pregones como antaño, sino a un delirante campeonato donde se dirimen el fulgor de las luces y la altura de los árboles. Un doble atentado a un mínimo sentido ecologista de la existencia, en proclamación además de los sentimientos mejores, la solidaridad mundial el primero. Todo para mayor gloria del comercio –y no siempre del de proximidad, tan necesitado ese sí de nuestra empatía–, en una bacanal de compras aunque te resistas a recibir regalos. Mayormente para no tener que hacerlos ante lo costoso de la adquisición en sí –por el esfuerzo, incluso en los marketplaces digitales, más que por el desembolso– y el riesgo de no acertar y que te crucifiquen por el desatino. El colmo de esa tensión estúpida lo constituye el llamado amigo invisible, total contradicción pues no es amigo quien te obsequia con algo absolutamente inservible ni tampoco invisible, que alguien siempre te revela el secreto o se adivina por puro descarte.

Al despiporre del gasto contribuye lo suyo el etílico más que culinario. Ahí siguen contra todo pronóstico y la lógica más elemental las cenas de empresa –otro binomio diabólico por la mezcla de planos y copas–, fijadas cada vez con mayor margen ante la saturación hostelera –qué rara crisis esta– por la coincidencia con las citas de amigos, estas sí aptas para el desenfreno en confianza. El triángulo gastronómico lo completan las comidas familiares, trámites incluso felices según dónde y cómo, hasta que toca organizarlas. Cuando ya no nos quedan mayores que se ocupen de comprar y preparar, vaya estrés obrar el milagro de una mesa racional, sin dispendios, y de un ambiente razonable para que tengamos la fiesta en paz, hablando y bebiendo lo justo. Para qué más.

Total, que muchos de ustedes van a llegar al día 24 tan exhaustos como servidor y además sin un pellizco de la Lotería tras otro derroche de décimos por envidia preventiva, no fuera a caer a quienes nos circundan. Y ahí está el lunes 8 de enero, amigas y amigos. Pásenlo fetén, incluso aunque les cueste, si bien un poquito de contención, por favor, por quienes no podrán. Pero, por el amor de Dios –disculpen la cita religiosa–, que alguien prohíba el All I want for Christmas is you de Mariah Carey. Gracias, eskerrik asko.

QOSHE - Amarga prenavidad - Víctor Goñi
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Amarga prenavidad

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17.12.2023

Me oí criticando a “la gente” –así, en general– por sucumbir al “frenesí consumista” –en plan pedante– mientras volvía encantado de la vida con el abrigo que acababa de regalarme en nombre de un tercero para así no exponerme a una prenda inverosímil ni a un cambio de talla en mitad de las Navidades. Lo que se dice una incoherencia de libro que me retrotrajo a aquel eco radiofónico que definía como pórtico de la Navidad al sorteo de la Lotería, este año el próximo viernes 22, cuando ya es tradición que arranque allí por Halloween. Una doble impostura, por la anticipación desde noviembre y además con motivo de esa celebración tan extraña como ajena.

Definitivamente, la prenavidad se nos ha ido de las manos. A ciertos políticos los primeros,........

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