Miserables: epíteto síntesis de los varios dedicados al PSN por la enojada Cristina Ibarrola al saberse despojada de la Alcaldía. Encono guardado en su interior desde el mismo día de la toma de posesión, sabedora de la espada que pendía sobre su cabeza en forma de moción de censura. ¿Acaso fue miserable que un Gobierno de UPN negociara con Herri Batasuna los Presupuestos Generales de Navarra? ¿Lo fue la asunción de la Presidencia como lista más votada, apoyo indirecto sobrevenido por la actitud parlamentaria de HB? En los años de plomo, además. ¿Acaso fue miserable que UPN provocara la ruptura del rentable pacto con el PP para pagar la deuda del “agostazo” con el que el PSN le mantuvo en el Gobierno foral? ¿Lo fue la renuncia electoral a sus siglas para ampararse en Navarra Suma o que, en otra contienda electoral, pretendiera que Ciudadanos no se presentara en la Comunidad? ¿Acaso es miserable alinearse con el PP que ha fagocitado y promocionado a tus tránsfugas? ¿No fue miserable el arrogante desprecio con el que la propia Ibarrola trató a Asiron en debate entre candidatos? Las actitudes miserables guían con frecuencia el comportamiento político. En cuanto a mentiras y cambios de opinión, la hemeroteca hunde a todos. Pactos por escrito y apaños coyunturales están sometidos al dictado de la conveniencia. Sin rubor, sin ética, sin coherencia. El mismo PSN que ahora apoya la alcaldía de EH Bildu fue socio de UPN en gobierno de coalición (efímero porque Barcina expulsó a Jiménez) e impidió lo que ahora facilita. El PSN sabe que su apuesta puede tener efectos secundarios, pero con el apoyo imprescindible de Bildu preside el Gobierno de España y el de Navarra. Trata de atemperarlos con su negativa a entrar en el equipo de gobierno municipal, con un acuerdo de control teórico sobre asuntos sensibles (símbolos, euskera, víctimas terrorismo) y al supeditar la autonomía de alcalde y equipo de gobierno al consenso mayoritario. Disimulo.