Chivite ha pasado por el Registro Civil. Para cambiarse de nombre. Ya no es María Victoria, de apellidos Chivite Navascués. Ahora es Virtudes. Las virtudes de Chivite nacen también de la necesidad. La cirbonera es presidenta del Gobierno de Navarra desde 2019 porque una virtuosa interpretación de su necesidad le facilitó el acceso al cargo con la aquiescencia de Pedro Sánchez y Santos Cerdán. El PSN pudo gobernar en 2007 con Fernando Puras, pero el PSOE no lo permitió en el episodio conocido como agostazo. Aquel PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, ahora comprensivo con todas las maniobras de Sánchez para alcanzar la mayoría absoluta parlamentaria. Comprensivo, avalista activo y propagandista didáctico. Entonces mandó a Pepiño Blanco, su secretario de Organización, a ridiculizar y zancadillear el pacto de gobierno con Nafarroa Bai e IU. A humillar a sus bases y permitir la continuidad de UPN.

Zapatero aceptó también que el PSN de Roberto Jiménez entrase en 2011 en el gobierno de Barcina. La experiencia apenas supervivió un año. Su famoso talante, mutante. El primer presidente socialista de Navarra, Gabriel Urralburu (1984-91), fue condenado por corrupción. El segundo, Javier Otano (1995-96)- Ejecutivo de coalición con CDN y EA-, apareció como titular de una cuenta en Suiza. Ferraz abortó el tripartito y cedió los trastos a UPN. El cambio llegó por fin a Navarra en 2015. Los resultados electorales quitaron al PSN cualquier posibilidad de influencia determinante. La clave para esquivar a la derecha. A partir de tal irrelevancia, la necesidad de un horizonte de gobierno vio una virtud en el acercamiento a los nacionalistas de Geroa Bai, a los quitasueños de Podemos, a los comunistas de IU y a los de “nunca jamás” (EH Bildu). Sánchez y Chivite comparten el gusto por las ensaladas, aunque tengan ingredientes de extrema acidez. El apetito de poder soporta todo tipo de sabores. Es el omeprazol de las digestiones políticas. Virtudes.