Tenemos ya completo el repóker de acuerdos necesarios para la investidura de Pedro Sánchez.

El acuerdo con Junts se ha llevado los ríos de tinta por la amnistía y por otros aspectos simbólicos como la figura del facilitador internacional. El menú del segundo acuerdo, con el PNV, se presenta en mesa más discreta, servido en vajilla de esas que un conocido cocinero llamaría sin chorradas, pero me parece que tiene ingredientes de una potencia inusitada.

Con respecto al acuerdo con Junts, acepto que hay aspectos jurídicos muy discutibles que en el desarrollo de la letra pequeña y en equilibrio con el resto de poderes deberán irse ajustando. Pero me parece mucho más lo que se gana por ambas partes. Junts vuelve a implicarse en la gobernanza del estado, donde ERC ya estaba. En otras ocasiones he defendido en estas páginas que los nacionalismos deben participar en la gobernabilidad del estado con mutua lealtad y que se debe evitar esa imagen un tanto jactanciosa e impostada que a veces se enarbola de que interesa ir a Madrid a pescar y volver. Este acuerdo podría ayudar a cerrar la era de la unilateralidad que tanto daño hizo a Catalunya y que tanto entusiasmo seguidista creó, afortunadamente sin mucho éxito, entre algunos en nuestro país. Ha pasado la era de la confrontación, de las medidas de excepción, de la sobreexcitación permanente, de las medidas punitivas, de la cárcel, de las extravagancias en tierras de destierro y de la pérdida de oportunidades, y con ella deberían pasar los tiempos de sobrecalentada confrontación territorial, de disputas de orgullos nacionales y de polarización. Los sectores de la derecha española, ya lo estamos viendo, no están por la labor y excitan las pasiones antisistema y anti-institucionales. Deseemos que la rebelión de las banderas agujereadas pierda decibelios por agotamiento, la alternativa es mejor no describirla.

El acuerdo con el PNV tiene, aunque muchos no se hayan dado cuenta y casi mejor que la cosa siga con perfil bajo, calado de enorme transcendencia. El cumplimiento íntegro del estatuto es la vieja y conocida reclamación, pero no menos importante es la parte que se ha colocado justamente al principio. Un inicio que muchos han pasado como si se tratara de una introducción genérica para dar entrada al acuerdo concreto, pero que cualquiera que conozca del asunto puede identificar como esencial. Soy enemigo de calificar cada paso que damos en el pasillo de casa como un evento histórico, entre otras muchas cosas porque la historia termina siempre hablando por sí sola y con el tiempo decide qué es histórico y qué no lo es, independientemente de lo que los protagonistas que se afanan en cada momento sueñan. Pero lo cierto es que este texto contiene elementos que podrían llegar a tener consecuencias político institucionales relevantes y perdurables.

Ambas partes, dice el texto, “están de acuerdo en que el autogobierno vasco debe entrar con urgencia en una nueva fase de desarrollo y ampliación” y deciden “negociar y aprobar, tanto en Euskadi como con el Estado, el autogobierno futuro empleando las potencialidades de la Disposición Adicional Primera de la Constitución y de la Disposición Adicional del Estatuto de Gernika (…) manifiestan su compromiso de negociar de buena fe y sacar adelante un acuerdo, tanto en el seno de las instituciones vascas como en las Cortes Generales, siendo posteriormente ratificado por el pueblo vasco el acuerdo alcanzado. El reconocimiento nacional de Euskadi, la salvaguarda de las competencias vascas y un sistema de garantías basado en la bilateralidad y la foralidad serán ámbitos a dialogar y negociar entre ambos partidos”.

Este acuerdo, fiel a nuestra tradición pactista y de naturaleza bilateral, que en términos tan cuidados acomoda la identidad constitucional vasca con la institucionalidad constitucional española, bien merece, si poco a poco se va concretando sin prisas ni maximalismos, no ya una misa en París, sino toda una serie de legislaturas en Madrid.

QOSHE - Pacto de fondo y futuro - Mikel Mancisidor
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Pacto de fondo y futuro

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12.11.2023

Tenemos ya completo el repóker de acuerdos necesarios para la investidura de Pedro Sánchez.

El acuerdo con Junts se ha llevado los ríos de tinta por la amnistía y por otros aspectos simbólicos como la figura del facilitador internacional. El menú del segundo acuerdo, con el PNV, se presenta en mesa más discreta, servido en vajilla de esas que un conocido cocinero llamaría sin chorradas, pero me parece que tiene ingredientes de una potencia inusitada.

Con respecto al acuerdo con Junts, acepto que hay aspectos jurídicos muy discutibles que en el desarrollo de la letra pequeña y en equilibrio con el resto de poderes deberán irse ajustando. Pero me parece mucho más lo que se gana por ambas partes. Junts vuelve a implicarse en la gobernanza del estado, donde ERC ya estaba. En otras ocasiones he defendido en estas páginas que los nacionalismos deben participar en la gobernabilidad del estado con mutua lealtad y que se debe evitar esa imagen un tanto jactanciosa e impostada que a veces........

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