Están apareciendo públicamente diversas valoraciones de la llamada ecociudad de Sarriguren, motivadas por el hecho de que se está edificando el último solar de la segunda fase, habiendo transcurrido 18 años desde que se habitaron las primeras viviendas.

Desde nuestra perspectiva de componentes de la actual corporación queremos aportar nuestra valoración sobre lo que en su día se describió como “una de las actuaciones más ambiciosas del Gobierno de Navarra”, “modelo de desarrollo urbano”, “un proyecto piloto e innovador que enfatiza la apuesta de nuestra Comunidad Foral como Territorio de Excelencia Ambiental” (José Carlos Esparza Sáez, consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio años 2007 a 2011, en la publicación de 2009 Sarriguren Ecociudad Ecocity).

Y lo primero que tenemos que decir es que la realidad de lo conseguido está muy lejos de esos pomposos calificativos.

Para analizar la ciudad como ecosistema debemos fijarnos en la aportación de soluciones a su funcionamiento interno, sobre todo a los problemas de insostenibilidad urbana, como son el tráfico, los ruidos, la movilidad no contaminante, los circuitos seguros, el aprovechamiento de fuentes de energía renovables, el reciclaje, los servicios colectivos, el derecho a una vivienda digna, etcétera. Y, desde ese punto de vista, la ecociudad de Sarriguren ha sido y es un fracaso.

Si valorásemos a fondo los cuatro parámetros en los que se determinan los ciclos del ecosistema urbano: el ciclo atmosférico; el ciclo hidrológico; el de la materia orgánica y los residuos; y el ciclo energético. Veríamos lo lejos que se encuentra Sarriguren de ser un modelo de desarrollo urbano sostenible.

No vamos a entrar a desarrollar cada uno de esos apartados porque daría para un libro, simplemente queremos decir que, admitiendo que en su origen se cumpliese, aunque fuera en un grado mínimo, con alguno de los enfoques ecosostenibles, lo importante y esencial es la continua evaluación de su situación, y lo que es más importante de su evolución, al objeto de obtener una radiografía de si se van acercando o alejando de los objetivos de sostenibilidad. Y lo que podemos afirmar con rotundidad es que esa evaluación no se ha hecho nunca.

Lo esencial para que exista una ecociudad, no está en que los edificios sean eficientes, o que la densidad de vivienda por hectárea sea baja, sino en que exista una gestión permanente ecosostenible. Y eso está totalmente ausente en la gestión del Ayuntamiento de Eguesibar, pues el actual equipo de gobierno carece de un plan de sostenibilidad urbana, y por consiguiente no existe evaluación alguna del mismo.

Para conocer la trayectoria de estos 18 años, habría que oír a la plataforma de personas afectadas por las hipotecas y su lucha contra las empresas tenedoras de alquileres y sus abusos. A la asociación vecinal Urbi y las movilizaciones por unos servicios sanitarios adecuados. A los movimientos ciudadanos por unas viviendas dignas, infraestructuras colectivas, sociales, culturales, educativas. A las mujeres por una ciudad segura, etcétera.

Movilizaciones ciudadanas confrontadas a una localidad donde el negocio sustituye al derecho a una vivienda; donde la gestión sostenible brilla por su ausencia; donde no existe iniciativa pública alguna para constituir comunidades energéticas; donde sigue primando el uso del vehículo particular; donde existe pobreza energética que lleva a no encender la calefacción en invierno; donde los problemas de conectividad rodada siguen sin solucionarse…

Otro elemento que nadie menciona cuando se habla de Sarriguren es que forma parte de un ayuntamiento compuesto por otras localidades. Un ayuntamiento compuesto, al disponer de una misma gestión municipal, precisa de unos nexos de coexistencia entre asentamientos tan diversos. Nadie se refiere al desequilibrio que una población de 16.000 habitantes causa en un municipio con otras poblaciones algunas de las cuales no superar los 50 habitantes.

Ese desequilibrio solo puede atenuarse mediante un tratamiento adecuado con los concejos de los pueblos. Y esa es otra de las cuestiones que brilla por su ausencia en la gestión municipal. Los concejos de Eguesibar están ninguneados y marginados por el actual equipo de gobierno municipal.

Para muestra un ejemplo de estos momentos. El concejo de Olatz viene planteando de forma insistente y desde hace bastante tiempo la necesidad de adecentar el camino de Altxutxate, calle urbana de tierra donde viven personas que pagan sus impuestos como el resto. Pues bien, existiendo una partida en los presupuestos municipales para Olatz, el equipo de gobierno prefiere gastarla en pavimentar un aparcamiento para el polideportivo antes que una calle que en invierno resulta impracticable para el vecindario. No se hace caso a las demandas del concejo y se prioriza una obra que nadie solicita, y cuya consecuencia no es otra que alentar el uso del vehículo particular para asistir al polideportivo.

Una última referencia al libro que el Gobierno de Navarra editó en el año 2009, con motivo de la aprobación del Plan de la ecociudad. Son 175 páginas a color, en papel cartón, bilingüe (castellano e inglés) donde la única palabra en la segunda lengua cooficial de Navarra es Sarriguren. Así, menospreciando el euskera es imposible construir ni una sociedad ni una ciudad habitable para todas las personas.

Firman este articulo: Ainara Gonzalez Hervas, Asier Mesanza Moraza, Izaskun Juarez Goñi y Ricardo Laspidea Arnedo, concejales de EH Bildu en el Valle de Egüés-Eguesibar

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Sobre la ecociudad de Sarriguren

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21.11.2023

Están apareciendo públicamente diversas valoraciones de la llamada ecociudad de Sarriguren, motivadas por el hecho de que se está edificando el último solar de la segunda fase, habiendo transcurrido 18 años desde que se habitaron las primeras viviendas.

Desde nuestra perspectiva de componentes de la actual corporación queremos aportar nuestra valoración sobre lo que en su día se describió como “una de las actuaciones más ambiciosas del Gobierno de Navarra”, “modelo de desarrollo urbano”, “un proyecto piloto e innovador que enfatiza la apuesta de nuestra Comunidad Foral como Territorio de Excelencia Ambiental” (José Carlos Esparza Sáez, consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio años 2007 a 2011, en la publicación de 2009 Sarriguren Ecociudad Ecocity).

Y lo primero que tenemos que decir es que la realidad de lo conseguido está muy lejos de esos pomposos calificativos.

Para analizar la ciudad como ecosistema debemos fijarnos en la aportación de soluciones a su funcionamiento interno, sobre todo a los problemas de insostenibilidad urbana, como son el tráfico, los ruidos, la movilidad no contaminante, los circuitos seguros, el aprovechamiento de fuentes de energía renovables, el reciclaje, los servicios colectivos, el derecho a una vivienda digna, etcétera. Y, desde ese punto de vista, la ecociudad de Sarriguren ha sido y es un fracaso.

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