Fecha de publicación: 2024-04-07 13:36:04

2024-04-07 13:36:04


Por: Luis Fernando Amézquita

En la última semana se registró un episodio que refleja el talante corrupto de nuestro país, como una tradición que nos identifica a los ojos del mundo.

Lejos de apenarnos, como que nos enorgullece la ‘viveza’ criolla, la trapisonda, el entuerto, en forma de acumulación de capital… En muchos sueltos de prensa y televisión desde el siglo anterior, sobre el continente y sus características hemisféricas, ese hecho emerge para calificar a la nación como una república torcida, muy dada a los negocios turbios en buena parte de su quehacer, y la distingue en el contexto moral frente a los vecinos. “¿Colombiano?: ¡mafioso!”, respondían las voces de los informes mediáticos al diferenciar las nacionalidades evaluadas…

Más allá de un presidente en funciones que quiere cambiar ese concepto y erradicar esas costumbres de los colombianos, con riesgo para su propia vida, debemos concluir que a veces su manifestación pública en ese sentido se transforma en una voz en el desierto, puede ser motivo de burlas y rechiflas inaceptables.

Durante el reciente lanzamiento de una policía territorial, limpia y civilista, el grueso del público asistente abucheó al primer mandatario sin contemplaciones –lejos de razones éticas- cuando dijo que el policía del barrio sabe dónde queda la olla y permite su actividad sucia a la vista del público, pues vive de las coimas y de los sueldos extra, con origen en los torcidos de los expendedores y jíbaros a quienes debe controlar y poner a disposición de la justicia.

El ejecutivo reaccionó ante la silbatina y dijo que mucha más gente de todo el país, aunque no estaba de cuerpo presente en la ceremonia, procede de igual manera frente al control del crimen que su gobierno promueve, y se va lanza en ristre contra la nueva justicia restaurativa del orden político-social. Es posible que en la misma Colombia Humana se den actitudes permisivas y hasta comprometidas con el dinero fácil y el ‘dejar hacer, dejar pasar’. De pronto, no es necesario ni siquiera salir del Huila para corroborarlo.

Desde el terreno anecdótico institucional, de corte general, se concluye que es tan poderoso ese sector, y tan rentable, que hacia 1988, un juez superior de Neiva, identificado como Erleans de Jesús Peña Ossa, ordenó investigar al Comando de Policía Huila, por controlar y dirigir el narcotráfico de la ciudad, sin escrúpulos, amparado en un uniforme neonazi copiado de la posguerra, en un armamento intimidatorio y en un poder terrorífico para la época. La gente, entonces, podía ser baleada en las calles, cuando no era detenida-desaparecida con carácter forzoso.

Al no existir el denominado ‘interés de parte’ –se trataba de la sociedad entera afectada, de una masa amorfa- el proceso penal contra la fuerza pública terminó por dormir el sueño de los justos. La mayor cantidad de los decomisos de droga eran transportados en las mismas patrullas y camiones hasta las ollas dentro y fuera del departamento, sin retenes conocidos.

Los policías se retiraban, para desde afuera controlar el negocio, apoyados por los comandantes de turno –quienes recibían las mayores ganancias y se iban con varias chequeras para otros comandos en un vertiginoso ascenso hasta las cúpulas nacionales-. Muchos ‘personajazos’ todavía sacan pecho en la prensa y en la red cuando posan felices y llenos de satisfacción en su identidad de emprendedores exitosos, dignos de admiración y envidia, en la membresía de la sociedad civil que aprovechó el desorden simultáneo.

No obstante, el statu quo aún se mantiene con un bajo perfil, en apariencia.

CL. 14 #1F-02, Neiva-Huila

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Una tradición corrupta

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11.04.2024

Fecha de publicación: 2024-04-07 13:36:04

2024-04-07 13:36:04


Por: Luis Fernando Amézquita

En la última semana se registró un episodio que refleja el talante corrupto de nuestro país, como una tradición que nos identifica a los ojos del mundo.

Lejos de apenarnos, como que nos enorgullece la ‘viveza’ criolla, la trapisonda, el entuerto, en forma de acumulación de capital… En muchos sueltos de prensa y televisión desde el siglo anterior, sobre el continente y sus características hemisféricas, ese hecho emerge para calificar a la nación como una república torcida, muy dada a los negocios turbios en buena parte de su quehacer, y la distingue en el contexto moral frente a los vecinos. “¿Colombiano?: ¡mafioso!”, respondían las voces de los informes mediáticos al diferenciar las nacionalidades evaluadas…

Más allá de un presidente en funciones que quiere cambiar ese concepto y........

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