Esta frase fue expresada por el Papa Francisco el año 2014 en su reunión con el entonces presidente de Francia François Hollande, reconociendo la pequeñez humana frente a la furia de la naturaleza. Tan dura como cierta, hoy nos hace pensar que la naturaleza aguanta y aguanta, hasta que un día pasa factura reduciendo al ser humano, en el mejor de los casos, a un impotente espectador de las desgracias que ve a su paso; y en el peor de los casos, lo convierte en víctima.

Nos pasó hace poco, cuando los humanos nos considerábamos dioses todopoderosos, que podíamos dominarlo todo por medio de la tecnología, vino un virus invisible que nos hizo arrodillar de impotencia frente a la muerte. Hoy, aunque de otra forma, la misma historia se repite. Por si nuestra mente frágil lo olvida y se muestra incapaz de aprender de sus errores, después de tanto maltrato y depredación, deforestación, dragado indiscriminado de ríos, avasallamiento de tierras destinadas a áreas verdes y otros abusos, esta vez la naturaleza nos deja mudos frente a su presencia que parece decirnos: “aquí estoy, por si lo habías olvidado”. Cuando se desata la furia de la naturaleza, esta no pregunta, y a su paso pagan justos y pecadores. Ella se lleva por delante todo sin poder detenerla. Y en ese momento ya ninguna expresión de arrepentimiento cuenta.

Para nuestros amables lectores creyentes, valga esta reflexión que viene desde una lectura analítica del primer relato de la creación en el libro del Génesis. En este se hace hincapié al orden en que esta se produce. Los seres humanos no aparecemos en los primeros momentos, sino al final. Ello señala que no somos dueños de la naturaleza, tan solo sus administradores. Por tanto, no somos Dios y no actuemos como tal. La tierra nos precede y nos fue dada solamente como morada; no nos la regalaron, mucho menos nos la vendieron.

Debemos pensar en que no pasamos un solo día en la tierra sin causar un impacto en el medioambiente. Lo que se hace marca una diferencia, y se tiene que decidir qué tipo de diferencia queremos hacer, teniendo en cuenta que para la naturaleza no hay recompensas ni castigos; solo hay consecuencias. Sepamos reconocer nuestra limitación humana. Es tiempo de bajar de nuestro pedestal y pensar en ello.

UN POCO DE SAL

VIRGINIA QUEZADA VALDA

Socióloga y teóloga

[email protected]

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“Dios perdona siempre, los hombres a veces y la naturaleza nunca”

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15.03.2024

Esta frase fue expresada por el Papa Francisco el año 2014 en su reunión con el entonces presidente de Francia François Hollande, reconociendo la pequeñez humana frente a la furia de la naturaleza. Tan dura como cierta, hoy nos hace pensar que la naturaleza aguanta y aguanta, hasta que un día pasa factura reduciendo al ser humano, en el mejor de los casos, a un impotente espectador de las desgracias que ve a su paso; y en el peor de los casos, lo convierte en víctima.

Nos pasó hace poco, cuando los humanos nos considerábamos dioses todopoderosos, que podíamos dominarlo todo por medio........

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