Un promedio de cuatro denuncias por día de trata y tráfico de personas se registró en Bolivia durante la gestión 2023, según el informe de la Fiscalía General del Estado. El departamento en el que hay mayor incidencia de este delito es La Paz, con 691 casos; seguido de Santa Cruz, 241; y Cochabamba, 189.

Pero más allá de las estadísticas anuales que brinda la Fiscalía General del Estado, detrás de cada caso hay una historia en la que está inmersa la persona afectada y su entorno con los daños que implica para la víctima y la incertidumbre que se genera a su familia.

Las mafias que se dedican a la trata y tráfico de personas recurren a las redes sociales para “seducir” a sus víctimas y lo hacen desde perfiles falsos, en muchos casos haciéndose pasar por mujeres jóvenes y con ofertas tentadoras de trabajo.

La Fiscalía General del Estado señala que la mayor parte de las víctimas son mujeres adolescentes, que aceptan cuando estos delincuentes les ofrecen la oportunidad de ganar sumas elevadas de dinero o convertirse en modelos.

Sin embargo, detrás de estas promesas “tentadoras” se esconde la criminal intención de someter a las víctimas a trabajo sexual forzado (prostitución o pornografía) o a jornadas extenuantes de empleo que en muchos casos lindan con la esclavitud, una situación de la cual es muy complicado zafarse.

Los expertos en la lucha contra la trata y tráfico de personas reiteran que una forma efectiva de luchar contra este delito es que en los hogares se tenga una mejor comunicación entre padres e hijos, conversar sobre los riesgos latentes en el entorno y qué se debe hacer para evitar ser víctimas de estos delincuentes que no sienten el menor escrúpulo de utilizar a las personas para conseguir sus fines ruines.

Si los hijos confían en sus padres, les comentarán cuando reciban propuestas sospechosas de trabajo o de amistad, por lo que se podría tomar los recaudos necesarios con el fin de evitar ser víctimas de los tratantes de personas. Porque cuando se comete este delito, la víctima no solo es la persona afectada, sino también la familia.

Hay un refrán que señala que cuando “la limosna es grande, hasta el santo desconfía”. Por eso, es importante percibir si se trata de un engaño o la intención de la persona que está detrás del otro lado de la computadora es someter a otra y utilizarla para su beneficio económico.

Es también importante que la Policía y la Fiscalía, encargadas de luchar contra este ilícito, puedan capacitarse permanentemente para dar con los que cometen este delito desde las redes y también prevenir, es decir, encontrar a estas personas que acechan a sus víctimas desde el anonimato para desarticular las mafias que ganan cada año millones de dólares con el dolor de cientos de familias.