La violencia ejercida contra el niño Jery, de cuatro años, fue tan cruel que tenía el cráneo destrozado, según el informe de la autopsia que se realizó un año después de la muerte de este pequeño en La Asunta, población que se encuentra al norte de La Paz, tras la exhumación de su cadáver.

Los autores de este aborrecible crimen son, según las investigaciones de la Policía, la madre y el padrastro del niño, a quien golpearon con extrema crueldad y lo ultimaron en un pozo de agua.

En Cochabamba, un adolescente de 15 años sufrió quemaduras severas y la pérdida de un pedazo de oreja tras ser “castigado” por su madrastra por haber tomado sin permiso 100 bolivianos de su casa.

En otro hecho, aunque aparentemente accidental, un bebé murió por asfixia en Bermejo (Tarija) tras ser aplastado por su madre de 17 años, cuando esta le daba de lactar.

Estos son algunos hechos de violencia desmedida contra niños y adolescentes por parte de padres, padrastros y personas de su entorno familiar, que dejan heridas físicas de gravedad y también emocionales que son difíciles de superar, incluso con el paso del tiempo.

El último informe del Ministerio Público da cuenta de que, en los primeros dos meses de este año, en el país se registraron siete infanticidios, mientras que en el mismo periodo de la gestión pasada fueron dos.

La violencia extrema contra bebés, niños y adolescentes ha escalado en los últimos años, pero no solo en cifras, sino también en crueldad. Lo que llama la atención es que son los mismos progenitores y familiares o allegados quienes ejercen maltrato contra los menores, cuando más bien deberían prodigarles cuidados y atención.

Lamentablemente, algunos padres pierden rápido la paciencia con sus hijos y los castigan sin medir las consecuencias de sus actos. Cuando se arrepienten, el daño ya está hecho y en algunos casos es irreversible porque deja huellas indelebles en el cuerpo de las víctimas.

Otros padres o familiares de los niños consideran que los castigos sirven para corregir el mal comportamiento de los menores, pero lo único que consiguen es causar en ellos contusiones, fracturas e incluso la muerte, como confirman los datos de infanticidios que se incrementan cada año.

Los padres deben entender que la violencia no es la solución a un determinado mal comportamiento de sus hijos. Es mejor abordar este tema con diálogo o recurriendo al apoyo de profesionales que ayuden a entender por qué un niño o adolescente se comporta de una determinada forma y cómo se puede lograr una solución.

Asimismo, las autoridades tienen la obligación de trabajar para precautelar la integridad física y emocional de los niños, pero no solo castigando a los responsables de ejercer violencia contra los menores, sino también con medidas de prevención.

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Violencia y niños, más vidas apagadas

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06.03.2024

La violencia ejercida contra el niño Jery, de cuatro años, fue tan cruel que tenía el cráneo destrozado, según el informe de la autopsia que se realizó un año después de la muerte de este pequeño en La Asunta, población que se encuentra al norte de La Paz, tras la exhumación de su cadáver.

Los autores de este aborrecible crimen son, según las investigaciones de la Policía, la madre y el padrastro del niño, a quien golpearon con extrema crueldad y lo ultimaron en un pozo de agua.

En Cochabamba, un adolescente de 15 años sufrió quemaduras severas y la pérdida de un pedazo de oreja tras ser “castigado” por su madrastra por haber tomado sin permiso 100 bolivianos de su casa.

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